TOKIO: Sería fácil suponer que no ha cambiado mucho desde que Shinzo Abe, el primer ministro de Japón con más años de servicio y estadista de facto, fue asesinado a plena luz del día hace un año.
Pero hay una evolución en marcha, y Japón se está acercando a la nación a la que aspiraba Abe cuando fue asesinado a tiros en la campaña electoral para las elecciones a la cámara alta el 8 de julio de 2022. El lenguaje del declive, de un país cuyo tiempo ha pasado, es desaparecido: desde los think tanks hasta los fondos de cobertura, Japón está en boca de todos. Tokio está en el corazón de la estrategia de Washington para «eliminar el riesgo» de China.
El dinero fluye hacia los mercados, liderado por Warren Buffett. Y los turistas están regresando en masa, con más estadounidenses viniendo ahora que antes de la pandemia.
Abe tenía como objetivo construir un Japón que pudiera deshacerse de los grilletes de su culpabilidad durante la guerra y asumir una posición en el escenario geopolítico acorde con su poderío económico.
El ex primer ministro expuso no solo cómo su nación debería posicionarse frente a China, sino que creó el modelo que ahora domina el pensamiento occidental hacia Beijing. Encabezó el concepto del «Indo-Pacífico libre y abierto», adoptado más tarde por los Estados Unidos, describiendo esta coalición de naciones afines desde 2007.
El actual primer ministro, Fumio Kishida, ha tomado la pelota y está corriendo con ella, con su plan para revisar radicalmente el gasto militar de Japón, una medida que cuenta con el vociferante apoyo de Estados Unidos. El país está tomando medidas para apuntalar su industria de defensa debilitada y busca relajar una prohibición de larga data sobre la exportación de armas en un intento por agregar apoyo adicional a Ucrania.