Este artículo es parte de una serie llamada 'Una carta de amor a…', donde los escritores de Cycling Weekly elogian sus artículos de ciclismo favoritos y comparten la conexión personal que tienen con ellos. En este caso, se trata de una carta de ruptura, dirigida al ciclocomputador del autor.
Es hora de que tengamos una conversación sincera. Tú y yo hemos pasado por muchas cosas juntos: innumerables millas, interminables flujos de datos y una obsesión compartida por los números que alguna vez impulsaron cada pedaleo. Pero mientras estoy sentado aquí, reflexionando sobre nuestro viaje, queda claro que nos hemos distanciado, querido ciclocomputador. Nuestra relación, que alguna vez estuvo tan estrechamente entrelazada, se ha convertido en algo diferente, algo que ya no puedo ignorar.
¿Recuerdas cuando solía estudiar minuciosamente cada vatio, analizar cada pico de frecuencia cardíaca y escudriñar cada segmento de Strava? Aquellos eran los días en los que el ciclismo era mi vida, mi medio de vida, una búsqueda de mejores marcas personales y una mejora incesante. Y fuiste mi compañero de confianza, registrando fielmente cada métrica, cada hito en el camino.
Pero los tiempos han cambiado, y yo también. Ya no viajo para perseguir números o demostrar mi valía en una tabla de clasificación digital. Mis razones para montar en bicicleta han cambiado, transformándose en algo más profundo, más nutritivo para el alma. Estos días, me preparo para escapar del caos de la vida diaria, desconectarme del ruido digital y reconectarme con la simple alegría de estar sobre dos ruedas.
Y hablemos de esos números, ¿vale? No es ningún secreto que ya no soy tan rápido como solía ser, ni mucho menos. Cada vistazo a mi disminución de potencia y mis velocidades promedio más lentas, se siente como una patada en los dientes, un recordatorio de mi destreza menguante.
Pero quizás lo más inquietante fue cuando me robaron las bicicletas, arrebatadas por ladrones anónimos que creo que pudieron haber usado mis datos de Strava para determinar la ubicación de mi casa. La idea de que mis amadas atracciones fueran explotadas para tales fines me provocó escalofríos, lo que provocó una reevaluación de mi relación con la tecnología.
Así que aquí estamos, en una especie de encrucijada, en la que debo despedirme de ustedes. No es que no aprecie todo lo que has hecho por mí a lo largo de los años. Es simplemente que ahora nuestros caminos divergen, llevándome hacia una existencia más tranquila y contemplativa sobre la bicicleta. Anhelo escuchar el canto de los pájaros, sentir el calor del sol en mi piel, sin la distracción constante de alertas sonoras y pantallas parpadeantes.
Es hora de que acepte el viaje más allá de los números. Quiero deleitarme con la libertad de la exploración no estructurada y redescubrir el placer puro y sin adulterar del ciclismo por sí mismo. Así que me despido de vosotros. Que continúes sirviendo bien a los demás en sus propios viajes, mientras yo me embarco en un nuevo capítulo mío.