En todo el sudeste asiático, una ola de importaciones chinas baratas está inundando las industrias locales, dejando devastación y desempleo a su paso.
Para Meelarp Tangsuwana, que fundó su fábrica de cerámica hace 35 años, los números no cuadran. Su empresa, como muchas otras en Lampang, produce cuencos para sopa pintados a mano, elaborados con cariño y vendidos por 18 baths (53 centavos de dólar estadounidense) cada uno en puestos de comida de toda Tailandia y más allá. Sin embargo, los competidores chinos están inundando el mercado con cuencos idénticos (sin la artesanía) a un precio de apenas 8 baths.
“No entiendo cómo es posible reducir tanto los costos”, dijo.
La desesperación de Meelarp resuena en toda la región, donde los fabricantes de textiles, cosméticos, productos electrónicos y utensilios de cocina se ven superados por los fabricantes chinos, cuyas cadenas de suministro altamente automatizadas y su búsqueda incesante de nuevos mercados están remodelando el panorama competitivo.