viernes, enero 10, 2025

Gran Hermano sin fronteras: la guerra psicópata de Israel en el Líbano

Hace exactamente una semana, el martes, Israel detonó a distancia cientos de buscapersonas portátiles utilizados por miembros del Hezbolá libanés, matando al menos a 12 personas. Entre las víctimas del ataque terrorista, que también dejó miles de heridos y saturaba los hospitales libaneses, se encontraban dos niños.

Al día siguiente, en todo el país estallaron walkie-talkies que acabaron con la vida de 20 personas. Dos días después, el viernes, un ataque aéreo contra un barrio densamente poblado de Beirut, la capital libanesa, mató a decenas de personas. Y el lunes, el ejército israelí inició una serie de bombardeos manifiestamente psicópatas sobre varios sectores del Líbano que han matado a más de 550 personas, incluidos 50 niños.

Además del bombardeo físico, los teléfonos libaneses también están siendo bombardeados con advertencias de evacuación cortesía de Israel, una forma de terrorismo en sí misma dada la historia de Israel de ordenar a la gente que evacue y luego bombardearlos cuando obedecen.

Por ejemplo, durante la guerra de 34 días que Israel libró en el Líbano en 2006, 23 habitantes de la aldea de Marwahin, en el sur del Líbano, fueron asesinados a quemarropa por un helicóptero militar israelí cuando obedecieron las instrucciones israelíes de abandonar sus hogares. La mayoría de los muertos eran niños.

Sin duda, la existencia misma del Estado de Israel siempre se ha basado en asesinatos en masa, un mecanismo que ha producido, entre otras cosas, el continuo genocidio en la Franja de Gaza, donde oficialmente más de 41.000 palestinos han sido asesinados en menos de un año, pero la cifra real de muertos es, sin duda, mucho mayor.

Y, sin embargo, el ataque repentino de dispositivos electrónicos libaneses explosivos y la intensificación de la guerra psicológica están llevando los esfuerzos destructivos de Israel en una dirección aún más orwelliana de lo habitual.

El Oxford English Dictionary define la palabra orwelliano como “característico o sugerente de los escritos” del autor británico George Orwell, especialmente del “Estado totalitario descrito en su relato distópico del futuro, Mil novecientos ochenta y cuatro”. El libro se publicó en 1949 –por cierto, un año después de la sangrienta autoinvención de Israel en tierra palestina– cuando todavía faltaban 35 años para que llegara 1984.

Cuando llegó el año 1984, Israel ya había ampliado su experimento de infligir distopía regional al Líbano, donde la invasión israelí del país en 1982 mató a decenas de miles de libaneses y palestinos. ¿Y qué saben ustedes? Fue esta invasión apocalíptica la que ocasionó la formación de Hezbolá, asegurando así otro enemigo “terrorista” a mano cuyos actos de resistencia legítima serían explotados para justificar la agresión israelí en el futuro previsible.

La obra de Orwell, Mil novecientos ochenta y cuatro, es también la fuente de la frase “El Gran Hermano te está vigilando”, un comentario sobre los regímenes de vigilancia que se ha aplicado desde hace mucho tiempo a Israel, en particular a la luz de la posición del Estado a la vanguardia de la industria global del software espía. Como sucede con otros componentes del arsenal represivo israelí, la comercialización de las tecnologías de piratería informática israelíes se ve reforzada por el hecho de que toda esa experiencia se ha probado en combate con los palestinos.

En un ensayo Para el Jerusalem Quarterly, titulado Estrategias de vigilancia: la mirada israelí, el difunto sociólogo palestino Elia Zureik señaló que la vigilancia punitiva de los palestinos por parte de Israel había precedido incluso a la fundación de Israel, cuando se compilaban datos sobre las aldeas palestinas para facilitar la conquista y el despojo.

Hoy en día, Israel puestos de control draconianos En Cisjordania, los palestinos constituyen una de las muchas caras del Gran Hermano, mientras que en Gaza la aplicación por parte de Israel de un amplio programa de reconocimiento facial simplemente añade insulto al genocidio.

Mientras tanto, en el Líbano, estamos viendo lo que sucede cuando el Gran Hermano también es capaz de hacer explotar nuestros dispositivos electrónicos personales, un crimen que merece una denuncia categórica como terrorismo pero que, no obstante, ha sido aclamado como un ataque “sofisticado” en ciertos medios de comunicación occidentales atónitos.

Según el derecho internacional humanitario, “está prohibido en todas las circunstancias emplear minas, armas trampa u otros artefactos que estén diseñados o sean de tal naturaleza que causen daños superfluos o sufrimientos innecesarios”. Según la ley, “por ‘otros artefactos’ se entiende las municiones y los artefactos colocados manualmente, incluidos los artefactos explosivos improvisados, diseñados para matar, herir o causar daños y que se activan manualmente, por control remoto o automáticamente después de un lapso de tiempo”.

Por otra parte, el derecho internacional también prohíbe atacar deliberadamente a civiles, lo que nunca ha impedido a Israel hacerlo.

En la guerra de 2006 contra el Líbano, el ejército israelí eliminó a aproximadamente 1.200 personas, la gran mayoría civiles, y en los últimos días del conflicto disparó millones de municiones de racimo contra el Líbano, muchas de las cuales no explotaron al impactar y continuaron hiriendo y matando durante años. Hasta ahí llegó la prohibición de las minas y las trampas explosivas.

Al igual que en el caso de los buscapersonas que explotan, las bombas de racimo sin explotar no sólo son armas en sí mismas; también son armamentos de guerra psicológica, diseñados para mantener a las poblaciones civiles bien y aterrorizadas.

Ahora que Israel se ha comprometido a normalizar la vigilancia letal y la psicopatía desenfrenada tanto en Gaza como en el Líbano, los admiradores del “sofisticado” ataque del martes pasado harían bien en tener en cuenta que la distopía es una pendiente resbaladiza.

El papel fundamental de Israel en la configuración de la infraestructura de vigilancia y las fortificaciones en la frontera entre Estados Unidos y México es prueba suficiente de que el Gran Hermano no conoce fronteras. Y mientras los walkie-talkies explotan en un contexto de genocidio respaldado por Estados Unidos, ¿cómo podrá alguien trazar alguna vez el límite?

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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