sábado, septiembre 28, 2024

Los llamamientos a la paz de los facilitadores occidentales de Israel son una farsa cínica

No se puede negociar un alto el fuego, y mucho menos la paz, con un hombre que prefiere hacer la guerra.

Ése es el enigma al que se enfrentan una serie de líderes occidentales repentinamente inquietos, encabezados por el presidente estadounidense en retiro, Joe Biden, que insisten –al menos públicamente– en que están trabajando arduamente para evitar que otra guerra catastrófica envuelva el Medio Oriente.

Finjamos por un momento que sus “preocupaciones” son sinceras. Entonces, esos mismos líderes occidentales deberían reconocer finalmente que son, en gran medida, responsables de ese apremiante enigma.

Mucho antes del 7 de octubre de 2023, Biden y compañía, en todo momento, han habilitado, armado y brindado cobertura diplomática a su “hombre” en Tel Aviv: el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y su gobierno extremista.

Netanyahu ha correspondido diciéndoles a los tontos de Washington, Londres, París, Berlín, Bruselas y Ottawa que, en todo momento, le han permitido, armado y proporcionado a él y a su fanático gobierno de coalición cobertura diplomática para, permítanme decirlo con la mayor cortesía posible. Puedo – hacer una caminata.

Fiel a su obstinación, Netanyahu ha rechazado los esfuerzos por concertar un alto el fuego de 21 días entre Israel y Hezbollah con miras a elaborar una tregua más sostenible.

Un Netanyahu pavoneándose dejó clara su oposición a cualquier acuerdo negociado en un típico discurso de «Soy el tipo más duro del bloque» ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el viernes, donde advirtió a Irán que el «largo brazo de Israel» puede «alcanzar… el todo Medio Oriente”.

Los tontos en Washington, Londres, París, Berlín, Bruselas y Ottawa han fingido sorpresa y decepción ante la irritante intransigencia de Netanyahu. Ahora, tardíamente, Biden y otros quieren jugar a ser “pacificadores” cuando, desde el principio, se han mantenido fieles a la doctrina definitoria de Occidente para Oriente Medio: matar primero, pensar después.

Últimamente se les han sumado a esta predecible artimaña las organizaciones de noticias occidentales que, a pesar de su historial de apoyo descarado a la desastrosa política de “matar primero, pensar después”, desearían que Netanyahu dejara lo que ha estado haciendo con su aprobación explícita y cordial. .

Y si no pueden detenerlo, algunos de ellos quieren que lo derroquen para evitar que “el Líbano se convierta en Gaza”.

Es demasiado divertido. Netanyahu –el santo convertido en aparente pecador– no irá a ninguna parte. La mayor parte de los israelíes apoya lo que su amado primer ministro ha hecho y está haciendo en Gaza y la Cisjordania ocupada con sed y celo evangélicos.

Si es necesario golpear al Líbano hasta que se parezca a Gaza y causar la muerte de decenas de miles de inocentes, que así sea. Los libaneses “lo pidieron” y también van a saborear la punzante “ira de Israel”.

Netanyahu no va a “cambiar de rumbo” porque sea incapaz de cambiar de rumbo. Sabe que la guerra es su billete de oro para seguir siendo primer ministro y, por una conveniente coincidencia, le ayuda a evitar esas problemáticas acusaciones penales pendientes.

El tiempo también puede ser su aliado. Netanyahu confía en que el expresidente estadounidense Donald Trump regrese pronto a la Oficina Oval. Si eso sucede, las vacías reservas retóricas de Estados Unidos frente a su destrucción genocida de Gaza y su planeada invasión del Líbano se evaporarán.

Netanyahu también se resiste a entregarle a la oponente de Trump, la vicepresidenta Kamala Harris, una “victoria” en política exterior en vísperas de las elecciones presidenciales.

Harris sigue repitiendo, como un metrónomo, que ella y el presidente están “trabajando las veinticuatro horas del día” para lograr un alto el fuego entre Hamás e Israel. Es una pantomima ridícula y sospecho que Harris se da cuenta.

Los tontos de Washington, Londres, París, Berlín, Bruselas y Ottawa abrazaron a Netanyahu, sabiendo, muy bien, que su desagradable hombre de Tel Aviv ha tenido una alergia de toda la vida a la diplomacia.

Aún así, lo abrazaron fuerte contra sus acogedores pechos. Y le dijeron, una y otra vez, que, en efecto, podía matar a tantos palestinos como quisiera, durante el tiempo que quisiera y cuando quisiera.

El destino del Líbano quedó sellado en ese instante. Pero los tontos de Washington, Londres, París, Berlín, Bruselas y Ottawa no tuvieron el buen sentido ni la previsión para reconocer lo que inevitablemente seguiría.

Recuerde, estos son supuestos “estadistas” y “estadistas” que pregonan sus credenciales fantasmas como “expertos” en política exterior. Eso es muy gracioso, segunda parte.

Pero, como mencioné antes, no estoy convencido de que Biden y sus complacientes cómplices estén realmente tan molestos por los planes de Netanyahu de matar a más personas en más lugares, ya que comparten el mismo objetivo geopolítico de “destruir” a Hezbollah. Con ese fin imposible, Israel ha asesinado a Hassan Nasrallah, el secretario general de Hezbollah, lo que demuestra que Occidente mata primero, pensemos en las consecuencias después, y aún reina la estrategia para la región combustible.

Las muertes de más de 41.000 palestinos (y contando), la mayoría de ellos niños y mujeres, no han llevado a Biden y sus amigos a dejar de armar, defender y dar sombra diplomática a Israel en las Naciones Unidas.

Sólo la semana pasada, Alemania, el Reino Unido y Canadá abstenido de una moción de la ONU –patrocinada por el Estado de Palestina– que exige que Israel ponga fin a su ocupación ilegal de la Franja de Gaza y Cisjordania. Estados Unidos votó en contra.

La resolución se basó en un fallo de la Corte Internacional de Justicia de julio que dijo que la presencia de Israel en el territorio palestino es ilegal y debe terminar.

La supuesta “división” entre Israel y sus firmes aliados en Occidente es un ejercicio de postura cínica y egoísta. Es un espejismo diseñado para sugerir que las capitales occidentales están preocupadas por el destino de personas que nunca les han preocupado tanto.

La verdad es que, así como los presidentes y primeros ministros occidentales se han contentado con permitir que Israel desahogue, sin restricciones, su “ira asesina” y bombardee Gaza hasta convertirla en polvo y memoria, permitirán que Netanyahu haga lo mismo con el Líbano en el momento debido y deliberado.

Los civiles libaneses son tan olvidables y desechables como los civiles palestinos. Sus vidas, sus esperanzas, sus sueños no importan. Lo único que importa es el “derecho de Israel a defenderse”.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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