En una era en la que la arquitectura de seguridad se ve cada vez más cuestionada, los enfoques tradicionales de la seguridad han comenzado a mostrar sus límites. Dos acontecimientos históricos que ocurrieron en estrecha sucesión: el Caída de Kabul en 2021 y el 7 de octubre Ataque de Hamas en 2023: sirve como un claro recordatorio de que los cisnes negros seguirán siendo un problema de seguridad en el futuro previsible.
El término «cisne negro“Se refiere a cualquier acontecimiento imprevisto, sorpresa y con efectos importantes. El término fue popularizado por Nassim Nicholas Taleb en su libro. El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable. Mientras que la teoría del Cisne Negro se centró inicialmente en los negocios y las finanzas, Taleb expandido la idea contenida en sus “Diez principios para un mundo robusto como el cisne negro” de incluir el sector de la seguridad internacional.
Predecir lo impredecible
Por su naturaleza, los cisnes negros son inherentemente impredecibles. No importa cuán avanzadas puedan llegar a ser las tecnologías de vigilancia, es imposible comprender plenamente las intenciones y capacidades de todos los actores dentro de un sistema. Por lo tanto, las agencias de inteligencia por sí solas son insuficientes para la seguridad. También deben adoptarse medidas adecuadas para contrarrestar ataques imprevistos.
Dado que casi todos los fallos de inteligencia provocan debates sobre si un ataque era predecible, el sesgo retrospectivo es un aspecto esencial de los casos del Cisne Negro. Analizar estos incidentes ayudará a acercar la percepción a la realidad. En este punto, esta realidad requiere que tanto los Estados como las instituciones internacionales adopten una arquitectura de seguridad resistente a lo imprevisible, es decir, a los cisnes negros.
La lección fundamental que se puede extraer de los recientes ataques sorpresa es la necesidad de aceptar la imprevisibilidad. Los acontecimientos que siguieron al ataque de Hamas revelan que el problema a menudo no es sólo fallas de inteligencia sino también deficiencias tácticas y operativas en la respuesta a tales ataques. Las ideas de Taleb resaltan la insuficiencia de estas estructuras excesivamente centralizadas y opacas que amplifican los riesgos sistémicos. Aboga por unidades más pequeñas, descentralizadas y adaptables, capaces de resistir las crisis. Para las arquitecturas de seguridad nacional, esto significa alejarse de modelos rígidos y jerárquicos hacia otros que defiendan los principios de resiliencia, robustez y antifragilidad.
Los tres pilares de la seguridad moderna
Los conceptos de resiliencia, robustez y antifragilidad de Taleb están emergiendo como pilares críticos en los marcos de seguridad de las naciones líderes. Taleb subraya la necesidad de sistemas que no sólo sean fuertes y estén bien defendidos, sino que también sean capaces de evolucionar. Esto es precisamente lo que deberían esforzarse los países líderes del mundo: ir más allá de las frágiles y estáticas medidas de seguridad del pasado hacia sistemas que prosperen bajo presión.
La visión de Taleb sobre resiliencia Implica no sólo la capacidad de recuperarse de los reveses, sino también la capacidad de adaptarse a las nuevas circunstancias y aprender de ellas. En términos de seguridad internacional, esto significa crear políticas y estructuras que reconozcan el fracaso como parte de la evolución. Este enfoque ya ha inspirado cambios en las doctrinas militares, la preparación para desastres y los protocolos de ciberseguridad en todo el mundo. Las naciones no deberían centrarse únicamente en disuadir las amenazas, sino también en recuperarse rápidamente de los ataques y salir más fuertes de las crisis.
Uno de los puntos más cruciales de Taleb es la solidez. Tener un marco de seguridad sólido significa tener unidades descentralizadas, diversificadas y autosuficientes que puedan adaptarse a las crisis sin colapsar. Los sistemas de seguridad deben probarse constantemente y evolucionar dinámicamente en lugar de permanecer estáticos y depender de métodos ineficaces del pasado. Esta mentalidad permite a los países transformar los ataques en lecciones invaluables, mejorando sus medidas defensivas en el proceso.
El concepto de antifragilidad de Taleb va aún más lejos. Antifragilidad describe sistemas que mejoran y se fortalecen cuando se exponen al estrés, las crisis y la volatilidad. Los sistemas frágiles deberían fallar temprano, mientras la amenaza de falla sea aún pequeña. Las estrategias de ciberseguridad han adoptado particularmente la antifragilidad. A diferencia de la antigua postura defensiva de construir muros más altos, la ciberseguridad antifrágil significa asumir que se producirán infracciones y utilizar ese conocimiento para fortalecer el sistema. Se trata de encontrar puntos débiles mediante pruebas de penetración, hacking ético y evolución constante de tácticas.
Construyendo un marco de seguridad preparado para el futuro
La visión más amplia de Taleb de la teoría del Cisne Negro exige una transición del Capitalismo 1.0 al Capitalismo 2.0: un sistema más alineado con la naturaleza donde actores pequeños y descentralizados asumen riesgos calculados y aprovechan la resiliencia y la adaptabilidad. De manera similar, teniendo en mente los tres pilares de resiliencia, solidez y antifragilidad, el panorama de seguridad global está cambiando gradualmente hacia lo que podría llamarse “Seguridad 2.0”. Esta nueva arquitectura favorece las redes distribuidas sobre el poder centralizado, donde la resiliencia se integra en la estructura en lugar de agregarse como una ocurrencia tardía. Es un ecosistema donde las fallas están localizadas y su impacto no se extiende por todo el sistema.
Las implicaciones para las instituciones internacionales que adoptan esta evolución son profundas. Los marcos de seguridad que se centran en la resiliencia y la antifragilidad ya no ven el fracaso como algo que hay que temer, sino como una oportunidad para el aprendizaje sistémico. Este cambio alienta a los responsables de la formulación de políticas a diseñar sistemas con redundancia y adaptabilidad para garantizar que los fallos se contengan y sirvan a un propósito: evolucionar y prepararse mejor para las incertidumbres futuras.
Los principios de Taleb ofrecen un modelo fundamental para dicha adaptación. Al enfatizar la resiliencia, la solidez y la antifragilidad, las naciones líderes están comenzando a reconfigurar sus marcos de seguridad de una manera que abarca la complejidad en lugar de tratar de controlarla. Este cambio de paradigma representa un replanteamiento fundamental de cómo gestionamos y mitigamos el riesgo. Frente a los inevitables cisnes negros, el camino a seguir pasa por construir sistemas que sean capaces de prosperar en medio del caos que traen consigo.
[Cheyenne Torres edited this piece.]
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