Armero: Tragedia en Colombia que se pudo haber evitado

¿Qué pasó realmente, por qué las autoridades encargadas de monitorear el volcán no emitieron una alerta temprana sobre el peligro? ¿Por qué los equipos de rescate tardaron tanto en llegar para sacar a los supervivientes?

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Los sobrevivientes dicen que esa noche se fueron a dormir como de costumbre. Fuera de sus casas caía una espesa capa de polvo y una lluvia pegajosa. Ese día, por la mañana, el cielo se tornó gris, la intensidad de las cenizas y el polvo presagiaban la tragedia, pero aquellos habitantes, tal vez por falta de información, no calcularon la magnitud del peligro.

A principios de 1984 se empezó a notar un aumento de temperatura en el volcán. Posteriormente, desde diciembre de 1984, los agricultores comenzaron a ver morir peces en las cuencas de los ríos Otún, Recio y Lagunillas. Además, no sólo se vieron grandes cantidades de azufre, sino que se produjeron pequeñas explosiones que precedieron a un incendio forestal. El 11 de septiembre de 1985 se produjo una erupción de gases, vapor y lluvia que cayó sobre municipios cercanos, apenas dos meses antes de la tragedia de Armero.

Muchos meses después de la tragedia, se supo que los científicos encargados de monitorear la actividad del volcán habían hecho su trabajo e incluso habían pasado informes al más alto nivel político y administrativo, tanto a las autoridades locales como nacionales en Bogotá. Sin embargo, esto no se tuvo en cuenta, e incluso se especuló tanto sobre una falsa expectativa de catástrofe que los políticos encargados de hacer cumplir las advertencias de los especialistas se relajaron hasta tal punto que olvidaron su importancia. En junio del mismo año del desastre, 1985, unos especialistas encabezados por Juan Duarte, investigador adscrito al Instituto Geofísico, recibieron la orden de reclutar y organizar un grupo de expertos que se encargarían de monitorear el comportamiento del volcán. . Cumplieron el encargo, pero con grandes limitaciones económicas que los obligaron a recurrir a empresas y fábricas locales para obtener los instrumentos para colocar los sistemas de monitoreo y alerta.

Una gran preocupación del equipo de expertos, una vez finalizada la instalación de los dispositivos, fue que no existía un medio de comunicación directo y rápido entre ellos y las autoridades del Departamento de Toloma, donde se ubica el municipio de Armero. Esto creó una brecha en la que, en caso de una catástrofe, era imposible advertirles con antelación para que pudieran comenzar a coordinar los esfuerzos de evacuación.

Así, el 13 de noviembre de 1985, a las 16.00 horas, comenzaron a caer cenizas y a las 18.00 horas, una lluvia fina y viscosa empapó los tejados y calles de Armero. Ante la intensidad del fenómeno, la Cruz Roja regional propuso una posible evacuación de las localidades de Armero, Mariquita y Honda. Estas comunidades eran las más cercanas al volcán ya que estaban ubicadas a orillas de los ríos que normalmente llevan el agua que baja de los glaciares del Nevado del Ruiz.

Mientras todo esto sucedía, los medios de la época le daban muy poca importancia a la actividad del volcán. Se pasaron algunos boletines por radio, pero ninguno advertía del preludio de destrucción y muerte que se cernía sobre Armero.

Cuando los relojes marcaron las 21:29 horas, el Nevado del Ruiz explotó su halo destructivo, y con él se desprendió el 2% de la corona de hielo. Inmediatamente el hielo comienza a derretirse, y se forma una avalancha que se desprende de la cumbre que arrastra y derrite más hielo a medida que avanza hacia abajo del volcán. Este deslizamiento provoca posteriormente el aumento de los ríos Lagunilla, Chinchiná, Gualí y Azufrado. El agua es tan fuerte que los ríos se salen de su cauce, provocando una segunda avalancha, ahora dos veces más mortal, arrastrando barro, rocas, árboles y todo lo que encuentra a su paso. Anzoátegui, Fresno, Chinchiná, Palestina, Villamaría, Falan, Casabianca, Herveo, Líbano, Murillo, Villahermosa, Ambalema, Armero, Honda, Lérida, Mariquita, Cambao, Guarinocito, Guayabal, Santuario y Santa Isabel son afectados por el lodo que recorrió aproximadamente 44 kilómetros con una velocidad que alcanzó los 80 kilómetros por hora.

A las 21:49 horas, la frustración se apoderó de los funcionarios de Protección Civil que se encontraban en las localidades de Ibagué y Murillo, donde previamente habían sido avisados ​​desde las inmediaciones del volcán de la explosión. Insisten reiteradamente en contactar al sistema de emergencias y autoridades de Armero pero en vano, nunca fue posible. Chinchiná fue el primer pueblo afectado a las 22:45 horas y a las 23:30 horas Armero, el pueblo más próspero de esas regiones, dejó de existir y murieron 26 mil personas. La tragedia dejó 20.611 víctimas y heridos, muchos de ellos mutilados y gravemente afectados, psicológicamente devastados y con pérdidas económicas incalculables.

La madrugada del 14 de noviembre telefonearon a la Casa de Nariño, sede del ejecutivo en Bogotá, para informar al presidente del país sobre la tragedia. No lo podían creer, e incluso se negaron a informar al presidente sin antes corroborarlo, mientras quienes llamaban ya veían la tragedia con sus propios ojos. Algunos periodistas cuentan hoy que sin ser enviados por sus agencias o medios de comunicación acudieron al lugar y que nunca estuvieron preparados para ver lo que allí sucedía.

Ni siquiera a última hora de la mañana llegaron los equipos de rescate, los supervivientes y los habitantes de otras regiones estaban realizando labores de rescate. Algunos, en su afán por sacar vivos a los heridos, no se dieron cuenta de que lejos de salvarlos, estaban haciendo más daño porque el barro había derretido los cuerpos y al presionar para sacarlo, les arrancaban brazos y piernas.

Pasadas las 12 horas llegaron los primeros medios de comunicación y personal especializado para iniciar el rescate y evacuación de los heridos. La mortal avalancha que bajó por los ríos destruyó puentes, carreteras y caminos, dificultando el acceso a Armero. Para entonces, los que lograron sobrevivir habían muerto de sed, cansancio y calor.

El ejército colombiano se sumó a las labores de rescate y utilizó helicópteros para transportar suministros y alimentos a las víctimas. El gobierno se vio obligado a declarar una emergencia económica y recurrió a la ayuda de organismos internacionales y a la solidaridad internacional. Sin embargo, los programas de asistencia a la reubicación nunca tuvieron la cobertura ni la efectividad esperada, tomando en cuenta los millones de dólares en donaciones y asignaciones presupuestarias antes mencionadas.

Había pruebas contundentes de lo que pudo haber sucedido y terminó sucediendo. El gobierno de la época, encabezado por Belisario Betancur Cuartas, evitó responsabilidades e incluso la tragedia le ayudó a solucionar una de las peores crisis políticas de aquella época, la toma del Palacio de Justicia, ocurrida la semana anterior por un grupo guerrillero. Los medios de comunicación hicieron la vista gorda ante este suceso, de ahí la importancia del desastre de Armero.

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