Es probable que Trump intente reanudar su relación con Kim en su segundo mandato.
Esto crea una situación en la que Estados Unidos favorece una dictadura sobre un aliado en un tratado en su política exterior. Sería un cambio más notable que el próximo abandono de Ucrania, que no es un aliado formal de Estados Unidos.
Trump también tiene un largo historial de exigir a los aliados de Estados Unidos que paguen por las garantías de seguridad estadounidenses. Ha sido particularmente extremo con respecto a Corea del Sur. El mes pasado, describió a Corea del Sur como una “máquina de hacer dinero”, diciendo que quiere multiplicar por nueve veces el costo de estacionar tropas estadounidenses en Corea del Sur.
Mientras que los aliados de la OTAN pueden lidiar colectivamente con las demandas de Trump, la posición de Corea del Sur es mucho más dura. Está aislado en el noreste de Asia. Se enfrenta a tres autocracias nucleares a sus puertas y sus relaciones con Japón son malas (debido a agravios históricos que se remontan al imperialismo japonés durante la Segunda Guerra Mundial). Está solo frente a Trump si éste actúa como lo hizo en su última presidencia.
Esto fácilmente podría provocar una crisis de alianza. Los conservadores surcoreanos pro-alianza podrían estar dispuestos a acceder a la enorme demanda financiera de Trump para evitar las consecuencias de la alianza. Pero la reacción pública sería intensa, y la izquierda surcoreana, que actualmente está en la oposición, la utilizaría para criticar al gobierno por considerarlo débil y cobarde. El índice de aprobación del actual presidente conservador de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, está en un mínimo histórico de sólo el 19 por ciento, lo que significa que probablemente carece del apoyo público para apaciguar a Trump.