Basándose en sus anteriores enfrentamientos con los chinos, Manila había evitado asiduamente la invocación del tratado. Según los términos jurídico-militares estadounidenses, los actos chinos habrían equivalido a medios no cinéticos de uso de la fuerza ilegal, aunque la cláusula de “ataque armado” del tratado no estaba claramente definida.
Esta vez, Manila todavía intentó reducir las tensiones, probablemente porque la gravedad del incidente del 17 de junio podría haber llevado a los países -e incluso potencialmente a los estadounidenses- al precipicio de un conflicto armado declarado.
El 23 de junio, el Sr. Marcos dijo que Filipinas “no está en el negocio de instigar guerras” en un discurso ante las tropas de la unidad que supervisa el Mar de China Meridional.
SONDEANDO LA “LÍNEA ROJA” EN EL MAR DEL SUR DE CHINA
Todo esto podría ser música para los oídos de China. Pekín ha logrado sondear aún más la “línea roja” entre Estados Unidos y Filipinas.
El incidente del 17 de junio arrojó algunos datos vitales: la reticencia de Manila a aumentar las tensiones y la aparente ambivalencia de Washington a comprometer formas más sólidas de apoyo a Filipinas incluso sin invocar el Tratado de Defensa Mutua.
China también demostró hasta dónde puede llegar para frustrar los movimientos de los filipinos y su dominio en la escalada de violencia. La enorme asimetría de capacidades entre los dos países quedó en evidencia: el mayor buque de la guardia costera china, con un desplazamiento de más de 10.000 toneladas, fue desplegado muy cerca del puesto de avanzada de Sierra Madre apenas una semana después del altercado.