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Cómo podría ser un acuerdo de paz afgano

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En una reciente entrevista Con la BBC, el presidente Ashraf Ghani insistió en que la condición para la paz en Afganistán depende de la condición de la guerra. Primero, según él, las fuerzas de seguridad afganas necesitan apoyo internacional debido a la intensificación de la violencia de los grupos armados, incluidos los talibanes. En segundo lugar, sin abordar los santuarios de los talibanes en Pakistán, la situación con el conflicto no cambiará. «Mi mensaje es que aquellos que proporcionan santuarios a los talibanes deben ser hablados con mucha franqueza», dijo. «Hay tantos temores de colapso en una guerra civil».


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Su mensaje es que la administración de Biden mantenga conversaciones serias con los funcionarios de Pakistán, el principal partidario de los talibanes. Ghani agregó que la única forma en que dejaría la oficina para comprometerse por la paz es mediante elecciones, mientras que los talibanes aún no reconocen las elecciones como un mecanismo político legítimo. Los talibanes quieren que Ghani Renunciar y que el sistema político de Afganistán vuelva a su emirato islámico de la década de 1990 o algo similar.

El acuerdo de Doha

Desde la primera ronda de conversaciones de paz intraafganas en septiembre de 2020, la violencia en Afganistán ha intensificado, mientras que las negociaciones se reanudaron la semana pasada después de un retraso de dos meses. El acuerdo de Doha, firmado por los talibanes y la administración Trump a principios del año pasado en Qatar, no ha logrado detener la violencia en el país. Poco después de su investidura en enero de 2021, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, lanzó una revisión del acuerdo de Doha para determinar si los talibanes han cumplido sus compromisos de cortar los lazos con otros grupos militantes y entablar conversaciones de paz significativas con el gobierno afgano.

Pakistán tiene instó a la administración Biden a “perseverar” con el acuerdo de Doha y no intentar enmendarlo. El trato dio a los talibanes la mano superior y socavó al gobierno afgano. El acuerdo excluyó al gobierno afgano y permitió a los talibanes ganar legitimidad, al mismo tiempo que obligaba a las tropas estadounidenses y de la OTAN a abandonar el país en un plazo de 14 meses si los militantes cumplen su parte del trato. Para Pakistán, si bien este es un paso en la “dirección correcta” para las conversaciones de paz, según el ministro de Relaciones Exteriores, Shah Mahmood Qureshi, también mejoró la posición de los talibanes e hizo que el cambio de régimen en Kabul fuera una posibilidad real.

Aunque la guerra tiene una dimensión doméstica complicada, es efectivamente un conflicto de proxy que Pakistán ha luchado contra el gobierno afgano en medio de la percepción de la influencia india en Afganistán. Desde el punto de vista de Pakistán, Afganistán se ha convertido en un patio de recreo indio y los talibanes son la única fuerza que puede asegurar los intereses de Pakistán. Como resultado, el proceso de paz afgano también tiene una dimensión regional complicada.

Al mismo tiempo, el sistema ideológico de los talibanes ha demostrado ser inflexible para un proceso democrático que defiende los derechos de los ciudadanos, lo que genera preocupaciones sobre los talibanes que buscan construir un nuevo régimen basado en la discriminación. Teniendo en cuenta la naturaleza estratégica de la guerra por poderes, la historia de Afganistán y Pakistán, y la ideología de los talibanes, los siguientes cuatro escenarios son concebibles si la administración Biden subestima la situación.

Escenario 1: Una guerra civil sin gobierno

La insurgencia talibán ha reducido el control territorial del gobierno, limitándolo a las ciudades urbanas y los centros distritales. Esto ha aumentado la probabilidad de que los talibanes ataquen a las grandes ciudades.

En el primer escenario, los talibanes buscarían conquistar y controlar a través de la violencia, lo que llevaría al colapso del gobierno y un descenso a una guerra civil total. En tal situación, el terreno está preparado para atrocidades masivas debido a la tensión étnica, la pobreza y la presencia de otras milicias, como el Estado Islámico-Khorasan, un afiliado de ISIS. Imagínense la guerra que afecta a ciudades como la capital, Kabul, con millones de personas. Las crisis políticas abundan en Afganistán, que se verían agravadas por la pronta retirada de las fuerzas de la OTAN. Por tanto, la retirada de las tropas extranjeras según el calendario del acuerdo de Doha es motivo de alarma. Según el acuerdo, todas las tropas estadounidenses y de la OTAN están programado salir del país antes del 1 de mayo.

Es más probable que ocurra este escenario si el gobierno se desmantela en ausencia de un acuerdo de paz integral entre los funcionarios afganos y los talibanes. Existen crecientes llamadas que Ghani dimita para allanar el camino para un gobierno interino que incluya a los talibanes. Sin embargo, una administración interina sin la presencia de un acuerdo de paz, una que incluya mecanismos para garantizar su cumplimiento, es arriesgada. Tal escenario hace que sea difícil mantener unidas a las fuerzas de seguridad afganas si estalla otra ronda de violencia bajo una administración interina. Este sería especialmente el caso si la comunidad internacional no tuviera una estrategia para asegurar un arreglo de paz tan frágil.

Escenario 2: una guerra civil a pesar del gobierno

Otro peligro es que la retirada de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN se producirá sin un acuerdo de paz entre el gobierno afgano y los talibanes. En este escenario, el gobierno no colapsaría por completo si moviliza fuerzas anti-talibanes y recibe apoyo extranjero, pero la violencia se extenderá de las áreas rurales a las ciudades pobladas.

Como resultado, los funcionarios del gobierno se retirarían a un área fuera de Kabul y continuarían su lucha contra los militantes siempre que tengan reconocimiento internacional y reciban el apoyo de potencias extranjeras, posiblemente India, Rusia e Irán. Esta situación es similar a la que enfrentó el gobierno del presidente Burhanuddin Rabbani en la década de 1990 en medio de una insurgencia de militantes talibanes. Esa administración se retiró de Kabul pero continuó su papel en el conflicto y mantuvo el respaldo internacional.

En el segundo escenario, la guerra adquiere un contexto local, con violencia en los bolsillos de todo el país. Para sobrevivir, el gobierno se aliaría con las fuerzas locales. El gobierno no tendría la capacidad de montar un desafío viable contra los talibanes y otros grupos armados, y su papel se reduciría en gran medida a uno simbólico. Al mismo tiempo, sería extremadamente difícil para los talibanes conquistar todo el país. Las fuerzas anti-talibanes, del distrito electoral de la antigua Alianza del Norte, todavía los combatirían.

Escenario 3: Equilibrio paralelo con el gobierno

En el tercer escenario, los talibanes desafían al gobierno a través de un mayor control territorial y oposición, pero el gobierno no colapsaría por completo. En cambio, mantendría el control de las grandes ciudades y muchas otras áreas.

Un ejemplo de equilibrio paralelo es Hezbollah en el Líbano, donde la organización chií tiene alas políticas y militares. En la práctica, sin embargo, los talibanes ya lo han logrado al controlador 75 de los 405 distritos del Afganistán y disputaron otros 189. Tan pronto como se alcance un alto el fuego, según este escenario, se reconocería oficialmente el panorama político de algunos distritos bajo el control de los talibanes y otros bajo la autoridad del gobierno.

Curiosamente, tanto el gobierno como los talibanes no están a favor de tal situación. Los talibanes quieren el control total de Afganistán, mientras que el gobierno quiere que los talibanes se integren en el sistema político actual. Bajo este escenario, la asistencia internacional al gobierno afgano podría continuar, pero sin la cooperación de Pakistán, nada cambiaría y los talibanes seguirían adelante con su insurgencia. Este escenario es probable si Estados Unidos y otros miembros de la OTAN continúan apoyando al gobierno.

Escenario 4: Equilibrio máximo desde dentro, pero sin el gobierno

En el escenario final, se ejerce presión militar y política sobre el gobierno para que acepte un frágil acuerdo de paz que cumpla con las demandas de los talibanes. Los talibanes imponen su tipo de sistema político, lo que les da legitimidad religiosa y les permite influir en otras fuerzas políticas y sociales. Un acuerdo de paz bajo los términos de los talibanes les permitiría eventualmente hacerse cargo, o tener la ventaja en, la legislatura y el sistema judicial. Además, se estima que los talibanes tienen decenas de miles de combatientes y, en virtud de tal acuerdo de paz, se unirían a las fuerzas de seguridad o permanecerían armados como fuerzas paralelas, listas para actuar, si fuera necesario.

Este escenario puede parecer una conquista suave, pero fácilmente podría volverse violento. La salida de la comunidad internacional de Afganistán y el optimismo poco realista sobre la posición ideológica y las relaciones de poder de los talibanes pueden contribuir a tal situación. Pakistán apoya esta versión de un acuerdo de paz para colocar a los talibanes en la política de Afganistán para que tengan una posición dominante. Este escenario no es aceptable para muchas personas en Afganistán y podría crear una situación frágil que probablemente conduciría a la violencia en algún momento.

Avanzando por una paz duradera

Un acuerdo de paz duradero solo es probable cuando ambas partes consideran varios factores clave. Estos incluyen cómo sería un posible acuerdo de paz, su implementación, qué implicaría el futuro sistema político y cómo se garantizan los derechos de los ciudadanos.

Primero, es necesario presionar a Pakistán para que actúe contra los santuarios talibanes dentro de ese país. Como mínimo, Pakistán debe garantizar que se reduzca la violencia y que los talibanes sean flexibles cuando negocien con el gobierno afgano. De lo contrario, es difícil imaginar una paz sostenible en el contexto de una guerra por poderes. Al mismo tiempo, Afganistán debería ser neutral en lo que respecta a la política regional y su futuro no debería depender de la rivalidad entre India y Pakistán.

En segundo lugar, un proceso de reparto del poder con los talibanes debe basarse en la transparencia. Un acuerdo de paz debe acordarse mutuamente e incluir múltiples etapas de implementación y monitoreo internacional. Sin embargo, un acuerdo para compartir el poder debería ser parte del acuerdo de paz, no al revés. La implementación del reparto del poder antes de un acuerdo de paz es muy arriesgada y podría conducir al colapso del orden político.

En tercer lugar, los derechos de los ciudadanos y las mujeres y la legitimidad democrática deberían ser la base del futuro sistema político. De lo contrario, en un país tan diverso como Afganistán, no es posible una paz sostenible.

Cuarto, es necesario un sistema político que se centre en la separación de poderes. Asegurar que el poder político no se concentre en las manos de un partido, como los talibanes, protegería a Afganistán del abuso del poder.

Por lo tanto, para garantizar la paz en Afganistán y el retiro responsable de las tropas extranjeras, es crucial que la administración Biden considere la implicación de la dinámica de poder de la guerra en los esfuerzos de pacificación. En lo que respecta al contexto interno, sin considerar la diversidad sociopolítica del país y los derechos de los ciudadanos, sería extremadamente difícil pensar en una paz duradera.

*[Correction: This article previously stated that the Afghan peace talks had been delayed by six months instead of two. Last updated on March 3, 2021.]

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Fair Observer.



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Written by Redacción NM

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