El Hospital Virgen del Rocío de Sevilla es el primero en España en utilizar piel humana artificial para la cicatrización rápida y eficaz de heridas en quemaduras graves.
La vida de Fran Fernández cambió por completo un día de verano hace siete años en Algeciras, en el sur de España. El 5 de agosto de 2017, sufrió una explosión que le quemó el 75% de la piel. Cuando llegó al hospital, le daban apenas 48 horas de vida, pero hoy se ha recuperado gracias a más de una docena de operaciones y varios injertos de piel propia y artificial.
La Agencia Española del Medicamento ha aprobado en junio la utilización de piel humana artificial o de cultivo de piel en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, el primer centro de España que aplica en su Unidad de Grandes Quemados la terapia avanzada denominada «piel humana obtenida por ingeniería tisular».
Un tratamiento innovador
David Rodríguez, cirujano del hospital encargado de administrar los injertos de piel, cree que la autorización de la Agencia Española del Medicamento acelerará el proceso de la terapia, minimizando el riesgo de infecciones en zonas carentes de piel.
Existen también otros beneficios.
La piel artificial se adapta a las necesidades específicas de cada paciente, mejorando la compatibilidad y la integración. Este avance también reduce la necesidad de injertos adicionales y acorta el tiempo de recuperación, mejorando la calidad de vida de los pacientes.
La piel artificial se produce en la Unidad de Producción Celular e Ingeniería Tisular del Hospital Universitario Virgen de las Nieves, tras años de investigación liderados por el profesor Antonio Campos en el Grupo de Ingeniería Tisular de la Universidad de Granada.
Hasta el momento, el hospital ha producido más de 12 metros cuadrados de láminas de piel humana artificial a partir de las muestras enviadas por el Hospital Virgen del Rocío para los 18 pacientes tratados, implantadas con éxito en la Unidad de Quemados de Sevilla.
Los pacientes ideales para este tratamiento son aquellos sin infecciones activas, típicamente con entre el 60% y el 90% de la superficie corporal quemada en adultos, o más del 30% en casos pediátricos.