Cambiar el comportamiento político para evitar el desastre
La nación parece a la deriva en la oscuridad. El caos envuelve la esfera política y no se sabe cuándo disminuirá esta turbulencia. Las noticias diarias no hacen más que profundizar el sentimiento de división adversarial, odio y confrontación extrema que impregna a la sociedad civil. Se siente como si la nación se estuviera hundiendo aún más en un atolladero, lo que genera preocupaciones sobre si hay alguna salida, o si escapar es siquiera posible. ¿Cómo se deterioraron las cosas hasta este punto? Evitar el colapso se ha convertido en el deseo colectivo de todos los ciudadanos.
Perder la esperanza significa perder el futuro. Desde una perspectiva histórica más amplia, esta agitación puede ser una parte inevitable de la maduración de la democracia. Consideremos la resiliencia del pueblo coreano. Sobrevivieron al caos posterior a la liberación, a la Guerra de Corea, en la que la capital cambió de manos cuatro veces, y a innumerables desafíos, como las secuelas de la Revolución del 19 de abril y la crisis financiera de 1997. Seguramente esta agitación política actual también pasará. Sin embargo, para salir fortalecidos, debemos comprender la naturaleza de esta crisis y participar en debates rigurosos para prepararnos para el futuro.
Esta crisis no es simplemente un signo de la obsolescencia del «sistema de 1987». Subraya la necesidad de una revisión integral del marco de gobernanza de la nación y una transformación revolucionaria de su cultura política y de sociedad civil. Si bien la ley marcial del 3 de diciembre surgió de la estrechez de miras y los engaños de un solo individuo en el puesto presidencial, las condiciones que condujeron a ella (y las respuestas de los partidos políticos y los políticos posteriores) demuestran que simplemente destituir a un presidente y elegir uno nuevo no resolverá estos problemas profundamente arraigados.
La política coreana está atrapada en un círculo vicioso de hostilidad, odio y polarización extrema. Esto se debe a los conflictos multifacéticos y profundamente arraigados de la nación, que recuerdan las disputas entre facciones de la dinastía Joseon (1392-1910). La democracia no puede funcionar eficazmente sin una cultura de moderación, inclusión y compromiso. Ya sean parlamentarios o presidenciales, los sistemas democráticos funcionan de manera diferente entre las naciones. En Estados Unidos, a pesar de las preocupaciones sobre la regresión política, un estudio que analiza casi 3.000 votos del Congreso durante las últimas tres décadas reveló un acuerdo bipartidista en el 63 por ciento de los votos de política interna y el 76 por ciento de los votos de política exterior. En contraste, en la política coreana los partidos gobernantes a menudo se oponen a políticas que ellos mismos defendieron una vez que pasan a la oposición. No se trata de una política impulsada por valores, sino de una política centrada en derrotar a los oponentes. Romper este ciclo de política negativa es esencial para superar la crisis actual.
También son necesarias reformas estructurales. Se necesitan cambios en la estructura de poder, el sistema electoral y la gestión de los partidos para inyectar nueva vitalidad a la política y establecer una base para el compromiso y la cooperación. Sin embargo, las reformas institucionales por sí solas no serán suficientes. Existen sistemas eficaces en todo el mundo, pero la forma en que se implementan define la cultura política de una nación. Por tanto, la tradición y el comportamiento son cruciales. Tras la trágica muerte del Presidente Roh Moo-hyun, la destitución de la Presidenta Park Geun-hye y la purga política bajo la administración de Moon Jae-in, las llamas de la ira, el odio y las represalias no han hecho más que intensificarse. La destitución del presidente Yoon Suk Yeol no debe servir como un acelerador más; más bien, debería ser un punto de inflexión para encontrar soluciones. La nación debe atravesar este período con cuidadosa deliberación, similar a caminar por un desierto nevado. De no hacerlo, se corre el riesgo de perder la prosperidad y el estatus construidos durante décadas, hundiendo al país en el estancamiento y el declive.
La decisión del Tribunal Constitucional sobre el impeachment parece clara. Si no se mantiene el impeachment, la nación caerá en una espiral de caos mayor. Se debe mantener la legitimidad procesal y la incertidumbre que rodea a la gobernanza debe resolverse lo más rápido posible. Una vez que concluya el proceso de impeachment, las próximas elecciones presidenciales deben evitar convertirse en un campo de batalla caótico. Los candidatos presidenciales deben presentar visiones claras para reformar la gobernanza nacional, reestructurar la gestión estatal y transformar la cultura política. Si bien las enmiendas constitucionales antes de las elecciones no son realistas, dadas las limitaciones de tiempo, dichas reformas se han convertido en una prioridad nacional urgente. Los candidatos deben comprometerse irrevocablemente con la reforma constitucional y presentar un cronograma detallado.
El aspecto más desafiante de navegar esta situación tumultuosa radica en cambiar comportamientos. La política destructiva de aniquilación mutua (donde el objetivo es llevar a los oponentes a la ruina, independientemente de los medios) ha llevado a toda la nación al borde del fracaso. La responsabilidad de la crisis actual recae tanto en el partido gobernante como en el de oposición. El sistema político y las formas en que se conduce la política deben cambiar para evitar el desastre. Esta crisis ha demostrado que lo esencial no es sólo una reforma institucional, sino también una transformación del comportamiento político y del funcionamiento de los partidos.
La victoria del partido de oposición en las elecciones presidenciales no es una conclusión inevitable. En esta coyuntura crítica, Corea necesita un liderazgo imbuido de sabiduría, visión global, inclusión y capacidad de unificación.
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