sábado, octubre 5, 2024

Equilibrar a India y China es el desafío para el Dissanayake de Sri Lanka

El desafío de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin desilusionarse.

—Antonio Gramsci, Selecciones de los cuadernos de la prisión.

El 22 de septiembre de 2024, un titular de CNN resonó en todo Sri Lanka: “Los habitantes de Sri Lanka eligen a Dissanayake, de tendencia marxista, como presidente para arreglar la economía”. El titular engañosamente simple oculta la esperanza, la frustración y el cambio persistente que caracterizan a la Sri Lanka actual. El líder del partido Poder Popular Nacional (PNP), Anura Kumara Dissanayake, está ahora al mando. Sin embargo, las preguntas resuenan en la conciencia colectiva: ¿Es este el amanecer de una transformación genuina o simplemente otro capítulo de la larga saga política de Sri Lanka? Esta vez, el aire se siente cargado de un potencial inquietante.

¿Qué representa el nuevo presidente?

El anhelo del pueblo de Sri Lanka de alterar el status quo ha eclipsado su miedo a lo desconocido: el nebuloso movimiento encarnado por el AKD, un líder que emerge del interior rural para derrocar el orden establecido representado por el experimentado Ranil Wickremesinghe, seis veces presidente.

Desde su momento inaugural, la presidencia del AKD marca un experimento audaz para el país. Su PNP es un grupo heterogéneo que abarca desde izquierdistas radicales arraigados en el Janatha Vimukthi Peramuna (JVP) hasta elementos progresistas. Aquí somos testigos de una Antonio Gramsci-Esque experimento para adaptar los movimientos marxistas al panorama siempre cambiante de las condiciones sociales.

Gramsci, un pensador que luchó con los matices de la pureza ideológica, defendió la necesidad del pragmatismo para forjar un atractivo más amplio. El propio giro pragmático del AKD ha inspirado un optimismo vacilante no sólo dentro de Sri Lanka sino también en los corazones cautelosos de sus vecinos, especialmente India. La pregunta fundamental persiste: ¿podrá el AKD equilibrar la reforma con el pragmatismo durante su presidencia, o quedará atrapado en las mismas contradicciones que busca trascender?

El PNP se posiciona como una entidad reformista distinta de sus raíces marxistas tradicionales, que busca redefinir su identidad dentro de la panoplia histórica más amplia de movimientos de izquierda. Sin embargo, como ocurre con todas las revoluciones, la sombra de los dogmas del pasado flota, amenazando con socavar los delicados cimientos de la reforma.

La elección del AKD simboliza un cambio profundo en la política y el socialismo de Sri Lanka. En la década de 1970, la rígida adhesión del JVP a la ortodoxia marxista privilegió el fervor revolucionario sobre la reforma pragmática. Hoy, si bien el PNP reconoce sus orígenes, se ha redefinido dando prioridad a la gobernanza y la reforma sistémica por encima de la pureza ideológica. Esta evolución, sin embargo, está plagada de incertidumbre y conflictos internos, ya que la atracción de los sentimientos de la vieja guardia dentro del JVP puede chocar con el impulso hacia una gobernanza pragmática.

¿Cómo están reaccionando los vecinos de Sri Lanka?

Mientras navega por estas aguas turbulentas, el AKD enfrenta formidables desafíos geopolíticos en los intereses contrapuestos de India y China. Scholars Harsh Pant y Aditya Gowdara Shivamurthy afirmar«Dado el escenario económico y geopolítico, es probable que el pragmatismo tenga prioridad: Sri Lanka seguirá manteniendo el equilibrio entre India y China». Sus ideas revelan un panorama moldeado por aspiraciones contrapuestas, donde el enfoque del AKD en la gobernanza podría forjar un camino hacia la estabilidad, aunque sigue siendo una cuestión abierta si se trata de una visión esperanzadora o ilusoria.

Sin embargo, la aprensión de la India cobra gran importancia a medida que se desarrolla la presidencia del AKD. La fortaleza del PNP, particularmente en sus conexiones con Beijing, genera alarma en Nueva Delhi, que ve la floreciente asociación como una amenaza potencial a su propia influencia regional. Este temor no es infundado, ya que India enfrenta la posibilidad de que Sri Lanka bajo el AKD pueda continuar el tango económico con China, negociando un alineamiento más estrecho para sobrevivir. India teme que el AKD pueda inclinarse inadvertidamente hacia China. Lo hizo el anterior régimen de Rajapaksa, que cultivó vínculos con Beijing, permitiendo una mayor influencia china a través de proyectos de infraestructura como el puerto de Hambantota. El aparato de seguridad de la India permanece alerta; alguno analistas advierten que la presidencia del AKD podría presagiar una recalibración de la política exterior de Sri Lanka que podría favorecer a China a expensas de la India.

Mientras Nueva Delhi lidia con estos temores, sigue decidida a contrarrestar cualquier deriva percibida de Kotte hacia Beijing. Es probable que los funcionarios indios interactúen con la administración del AKD para promover la estabilidad y la cooperación, al tiempo que ejercen sutilmente presión para garantizar que Sri Lanka no se deslice más hacia la órbita de China.

Este contexto geopolítico complica la administración del AKD, ya que debe navegar por el intrincado equilibrio entre fomentar las relaciones con ambas potencias y al mismo tiempo mantener el apoyo interno. En el centro de este precario experimento se encuentra un desafío apremiante: abordar las colapso económico que ensombrece el ascenso del AKD.

La capacidad del AKD para navegar las laberínticas reformas requeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la intrincada danza de la reestructuración de la deuda definirán los primeros capítulos de su presidencia. Para asegurar el cuarto tramo de los 3.000 millones de dólares del FMI rescate programa, Sri Lanka debe demostrar avances mensurables en las reformas fiscales y la sostenibilidad de la deuda. La urgencia de estas reformas es palpable, porque la amenaza de un mayor deterioro financiero acecha y amenaza el tejido mismo de la nación.

La reestructuración de la deuda es un tema particularmente espinoso, cargado con el peso de una enorme carga de deuda externa y exacerbado por años de mala gestión. El AKD hereda un complejo panorama de negociaciones, donde la cooperación de acreedores clave (China, India y tenedores de bonos privados) será fundamental. En los días previos a las elecciones, Wickremesinghe prevenido que “cualquier medida para alterar los aspectos básicos del acuerdo podría retrasar un cuarto tramo de casi 3.000 millones de dólares del paquete del FMI, que es crucial para la estabilidad económica”. Estas advertencias resuenan en los pasillos del poder, recordándonos el frágil acto de equilibrio que debe realizar el AKD.

Si bien China ya ha indultos temporales extendidos en forma de renovaciones de deuda, aún es necesario descubrir el camino hacia acuerdos de reestructuración más integrales. Los intereses estratégicos de Beijing, particularmente en lo que respecta a los proyectos de infraestructura bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), complican el proceso. India, deseosa de presenciar la estabilidad en Sri Lanka, está dispuesta a apoyar la agenda reformista del AKD, pero las sombras de proyectos anteriores, como el energía eólica adani iniciativa, cobran gran importancia y arrojan una sombra de incertidumbre sobre la colaboración futura.

¿Cómo avanzará AKD?

La administración del AKD debe navegar por las traicioneras aguas de la consolidación fiscal, implementando medidas ordenadas por el FMI que incluyen reformas tributarias, generación de ingresos públicos y una mejor gobernanza en las empresas públicas. Si bien estas reformas son cruciales para la estabilización económica, no están exentas de riesgos. El descontento público podría aumentar a medida que el espectro de las medidas de austeridad amenaza con exacerbar la inflación y el desempleo.

El acto de equilibrio entre India y China constituye uno de los desafíos más formidables del AKD. Por un lado, India anticipa que su ascenso podría distanciar a Sri Lanka de los vínculos de la era Rajapaksa con Beijing, empañados por acusaciones de corrupción. Por el contrario, los vínculos históricos del AKD con China y la postura pragmática del PNP sugieren que Beijing todavía puede verlo como un socio favorable. Como expresó con franqueza un periodista chino, los proyectos de la BRI podrían ganar impulso bajo la presidencia del AKD, tal vez incluso superando las ambiciones de sus predecesores.

Este intrincado acto de equilibrio dominará inevitablemente la política exterior del AKD. Su temprana promesa de cancelar el polémico Proyecto de energía eólica Adaniaunque es poco probable que rompa las relaciones con la India de inmediato, indica una voluntad de tomar decisiones audaces que desafíen a las potencias externas. Sin embargo, sigue envuelto en incertidumbre si tales acciones inclinarán la balanza a favor de Sri Lanka o la enredarán aún más en complejidades diplomáticas, al igual que su campaña anterior contra Estados Unidos. Acuerdo MCClo que reveló una disposición a enfrentar la influencia extranjera cuando fuera políticamente conveniente.

En medio de estos desafíos, la presidencia del AKD ofrece un rayo de esperanza. La economía devastada, marcada por años de mala gestión, anhela una reforma audaz. La elección del AKD encarna el anhelo del público por algo nuevo, el deseo de trascender los fracasos del pasado. Su presidencia se definirá por la forma en que navegue por las reformas internas y su capacidad para atravesar con destreza un panorama geopolítico complejo. Hay mucho en juego y el potencial de fracaso es grande, pero la posibilidad de transformación reside en esta incertidumbre.

Sri Lanka ha sido testigo de experimentos políticos antes; Muchos líderes han sucumbido al mismo sistema que alguna vez prometieron desmantelar. Pero la presidencia del AKD simboliza una posibilidad incipiente: una aspiración colectiva por un futuro mejor. El éxito no dependerá simplemente de las políticas sino de forjar la unidad en una nación fracturada durante mucho tiempo por conflictos políticos y económicos.

Mientras el AKD se prepara para las elecciones parlamentarias de noviembre –un evento que podría definir su capacidad para implementar reformas– las preguntas persistentes persisten: ¿El pueblo de Sri Lanka, la sociedad civil y los socios internacionales se unirán detrás de cambios arduos pero necesarios? ¿Y puede el AKD mantener el delicado equilibrio entre ideología y pragmatismo mientras conduce a Sri Lanka a través de la turbulencia de las rivalidades geopolíticas? Sólo el tiempo revelará la verdadera naturaleza de este nuevo y audaz experimento, una aventura hacia lo desconocido donde la esperanza y la desesperación coexisten en un frágil abrazo. El futuro, como la modernidad de Gramsci, pende entre la esperanza y la incertidumbre, esperando su veredicto en un mundo sin ilusiones.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Fair Observer.

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