Las muertes han reavivado un debate sobre el consumo de drogas en una nación de mayoría musulmana con algunas de las leyes antinarcóticos más estrictas del sudeste asiático. Este marco punitivo deja poco espacio para estrategias de reducción de daños, como servicios de pruebas de drogas, lo que plantea un dilema para los consumidores de drogas recreativas.
«No hay manera segura de saber si lo que estoy tomando es 100 por ciento seguro», dijo Sara, de 32 años, una habitual de los festivales de música. «Los kits de prueba son prohibitivamente caros y ni siquiera están disponibles en Malasia».
En las comunidades rurales y de clase trabajadora de Malasia, la metanfetamina –conocida como pil kuda o “pastillas para caballos” – es el fármaco preferido, en parte debido a su relativa asequibilidad, pero también por su capacidad para evitar la fatiga entre los trabajadores manuales.
Para los fiesteros, sin embargo, dominan las drogas más caras como la MDMA, el éxtasis y la ketamina. Como muchos usuarios recreativos, el asistente al festival Zakaria, de 31 años, confía en los consejos de amigos y foros en línea para mitigar los riesgos.
«Siempre nos mantenemos hidratados y tomamos pequeñas dosis a intervalos», dijo. Pero estas medidas de reducción de daños hechas por uno mismo dejan a los consumidores vulnerables a las consecuencias inesperadas –y a veces fatales– de las drogas no reguladas.