Miles de manifestantes salieron a las calles de la capital de Perú y fueron recibidos con ráfagas de gases lacrimógenos y perdigones en medio de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad pocas horas después de que la presidenta Dina Boluarte llamara a una “tregua” en casi dos meses de protestas.
La protesta antigubernamental del martes fue la más grande -y más violenta- desde el jueves pasado, cuando grandes grupos de personas, muchas de las regiones andinas remotas, descendieron a la capital para exigir la renuncia de Boluarte, elecciones inmediatas y la disolución del Congreso.
Antes de la semana pasada, la mayoría de las grandes protestas antigubernamentales que siguieron a la destitución del presidente Pedro Castillo se llevaron a cabo en regiones remotas de Perú, principalmente en el sur del país, lo que expuso una profunda división entre los residentes de la capital y el campo, largamente olvidado.
La crisis que ha desatado la peor violencia política en Perú en más de dos décadas comenzó cuando Castillo, el primer líder peruano de origen rural andino, intentó evitar el tercer proceso de juicio político de su joven gobierno al ordenar la disolución del Congreso el 7 de diciembre.
En cambio, los legisladores lo acusaron, la policía nacional lo arrestó antes de que pudiera encontrar refugio y Boluarte, quien era su vicepresidente, prestó juramento.
Desde entonces, 56 personas han muerto en medio de los disturbios que involucran a los simpatizantes de Castillo, 45 de las cuales murieron en enfrentamientos directos con las fuerzas de seguridad, según la Defensoría del Pueblo de Perú. Ninguna de las muertes ha sido en Lima.