Estados Unidos ha perdido la visión moral que alguna vez guió su política exterior. Este cambio tiene profundas implicaciones para la seguridad de la nación y para la democracia en todo el mundo. En el último siglo, Estados Unidos defendido la democracia liberal y los derechos humanos y promovió un orden internacional más estable. Sin embargo, decisiones recientes sugieren un alejamiento de ese camino, poniendo en riesgo el liderazgo global a largo plazo de Estados Unidos.
Una base moral
Desde sus inicios, Estados Unidos ha enmarcado sus conflictos definitorios como luchas morales restaurar la justicia humana y divina. Por ejemplo, la Guerra Revolucionaria no fue sólo una lucha por la independencia; fue una batalla contra la tiranía y una defensa de los “derechos inalienables otorgados por un Creador” de los individuos, un concepto profundamente influenciado por el filósofo de la Ilustración John Locke. La Guerra Revolucionaria estableció valores americanos fundamentales de individualismo, igualitarismo y activismo, valores arraigados tanto en los ideales de la Ilustración como en los principios judeocristianos que celebran la libertad individual y la dignidad humana. Estos ideales seculares y espirituales están incorporados en documentos estadounidenses fundacionales como el Declaración de la independencia y el Constitución de Estados Unidos.
De manera similar, la Guerra Civil, si bien se centró en la economía y la soberanía, se transformó en una cruzada moral con la oposición del presidente Abraham Lincoln a la esclavitud. Al vincular la guerra con la liberación de los esclavos, Lincoln sentó las bases para un Estados Unidos basado en la igualdad y la dignidad humana.
Este fundamento moral ha definido la participación de Estados Unidos en los conflictos globales a lo largo del siglo XX. En ambas guerras mundiales, Estados Unidos intervino no sólo por interés propio sino por un sentido del deber de preservar la democracia. alineando intereses nacionales con responsabilidad moral. Presidente Franklin D. Roosevelt enmarcado La lucha de Estados Unidos contra el nazismo y el fascismo como una batalla entre el bien y el mal, reforzando la creencia de la nación de que la democracia debe prevalecer a nivel mundial. A través de sus esfuerzos en tiempos de guerra, Estados Unidos creó un orden mundial en el que los valores liberales podían prosperar. Las Naciones Unidas y sus Declaración Universal de Derechos Humanos son los frutos de esa visión moral estadounidense cuyo legado ha definido el orden internacional hasta el día de hoy.
La Guerra Fría enfatizó aún más el compromiso de Estados Unidos con la difusión de la democracia liberal. En contraste con la ideología comunista que elevó la estado leviatánico Por encima del individuo, Estados Unidos defendió el derecho de todo ser humano a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Presidentes demócratas y republicanos, de John F Kennedy a ronald reagandestacó igualmente la importancia de esta visión moral en la lucha del mundo libre contra el comunismo. Ese compromiso filosófico, más que el mero poder tecnológico o económico, ayudó a Estados Unidos a ganar la Guerra Fría y condujo a la expansión de la gobernanza democrática en todo el mundo.
La pérdida de la moral
Hoy, sin embargo, la política exterior estadounidense está abandonando cada vez más su visión moral. Esta disminución se debe a una importante gota en apoyo bipartidista para promover la democracia en todo el mundo. Los desafíos internos, junto con los fracasos percibidos en los recientes esfuerzos de construcción nacional en el extranjero, han debilitado el interés del público estadounidense y de los responsables políticos en promoviendo democracia en el exterior. Este cambio ha desencadenado una tendencia aislacionista en la política exterior estadounidense que posiblemente no se había visto desde la década de 1930.
Debido a que la influencia global de Estados Unidos se basa no sólo en el poder militar o el poder económico, sino también en una misión moralla reciente renuencia a seguir ese camino corre el riesgo de socavar un legado cuidadosamente construido después de la Segunda Guerra Mundial. Al alejarse del escenario mundial, Estados Unidos corre el riesgo de crear un vacío de poder que los regímenes autoritarios están ansiosos por llenar, dejando a un Estados Unidos más aislado y vulnerable a nuevas amenazas en el largo plazo.
Cuando el presidente Barack Obama se abstuvo de apoyar levantamientos democráticos en Irán y Siriadejó en la estacada a poblaciones que luchaban por la libertad contra dictaduras brutales, socavando la credibilidad estadounidense. De manera similar, el presidente Joe Biden retiro de Afganistán cedió el control a los talibanes, revirtiendo años de progreso en los derechos de las mujeres y las libertades civiles. Ahora, el presidente electo Donald Trump puede reducir el apoyo Ucrania frente a la agresión rusa cuando regrese a la Casa Blanca en enero de 2025. La política exterior estadounidense corre el riesgo de sufrir otra retirada, una que podría determinar el destino de la soberanía de Ucrania y, por extensión, la resiliencia de la democracia en Europa.
Si Ucrania cae ante la agresión rusa, podría desestabilizar gran parte de Europa del Este y del Norte y sentó un peligroso precedente para la expansión desenfrenada del autoritarismo del Kremlin hacia Occidente. Este escenario se extendería por toda la región, amenazando la seguridad democrática de los Estados bálticos, el Cáucaso y potencialmente Europa Central, planteando el desafío más grave a la democracia en Europa Occidental desde la Segunda Guerra Mundial.
Un colapso de la resistencia democrática en Ucrania también podría envalentonar a China ampliar su influencia en Asia-Pacífico. Si Estados Unidos y sus aliados dudan en Europa, Beijing podría aprovechar la oportunidad para afirmar su dominio sobre Taiwán y presionar a Japón, mientras que Corea del Norte podría sentirse alentada a tomar medidas agresivas hacia Corea del Sur. Los efectos podrían llegar hasta India y Australia. Tales resultados pondrían en peligro décadas de progreso democrático en el Indo-Pacífico y desestabilizarían toda una región crítica para la economía y la seguridad globales.
Además de estos riesgos, una posible retirada estadounidense de la OTAN no sólo envalentonaría a los adversarios externos sino que también podría fracturar a Europa internamente. Esta medida podría empoderar a las facciones prorrusas dentro de la Unión Europea para buscar vínculos más estrechos con Moscú, dejando de lado a los partidos prodemocracia y proestadounidenses. Un giro hacia el este de Europa ejercería presión sobre Washington y sentaría las bases para un cerco estratégico de Estados Unidos.
Dado el aumento del autoritarismo en todo el mundo, Estados Unidos debe renovar su compromiso con los derechos humanos y la democracia. Si bien tanto demócratas como republicanos pueden dudar en defender los valores liberales en el extranjero, ahora más que nunca Estados Unidos necesita restablecer su brújula moral, volver a comprometerse con sus fundamentos morales en política exterior y priorizar la promoción de los ideales democráticos en el mundo. Este compromiso renovado con la democracia en la política exterior es esencial para preservar el liderazgo global de Estados Unidos, pero también fundamental para mantener el mundo como un lugar más libre y seguro.
[Kaitlyn Diana edited this piece]
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Fair Observer.