martes, octubre 22, 2024

La primera vez que me adelantó una bicicleta eléctrica sentí celos y frustración, ahora reconozco que pertenecen, incluso en las carreras.

La primera vez que me adelantó una bicicleta eléctrica sentí celos y frustración, ahora reconozco que pertenecen, incluso en las carreras.

Hace casi diez años, mientras viajaba a casa desde el centro de Seattle, me encontré con mi primera bicicleta eléctrica. Mientras subía una pendiente empinada del 10%, con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, un ciclista pasó zumbando a mi lado, acompañado de un distintivo zumbido electrónico, y ni siquiera estaban pedaleando. No les voy a mentir, mi reacción inicial fue una mezcla de celos, frustración y consternación: ¡cómo se atreven a no trabajar tan duro como yo para subir la misma colina!

Sin embargo, todo cambió cuando tuve la oportunidad de probar una bicicleta eléctrica poco después. Con esa primera experiencia feliz, todas mis nociones preconcebidas sobre las bicicletas eléctricas y quién las conduce se fueron por la ventana. Desde entonces, he tenido la suerte de montar y poseer todo tipo de bicicletas eléctricas, desde bicicletas eléctricas de carga hasta bicicletas eléctricas de montaña, bicicletas eléctricas de carretera y bicicletas urbanas. Con cada viaje, mi convicción se fortalece: las bicicletas eléctricas no son trampas y no son una amenaza para el mundo del ciclismo. Al contrario, son una herramienta valiosa que amplía la accesibilidad, mejora las experiencias de conducción y apoya la inclusión en el ciclismo.

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