El reciente decreto de amnistía de Bashar al-Assad es el número 24 de su tipo. Como todos los anteriores, no ofrece ninguna garantía de retorno seguro a los sirios.
Desde el estallido de la revolución siria en 2011, Siria se ha enfrentado a continuas crisis políticas y humanitarias. A lo largo de los años, se ha hecho evidente que el régimen de Bashar al-Assad no tiene intención de alterar su enfoque ni de participar en un proceso político que conduzca a una resolución integral y sostenible.
Una de sus principales herramientas para manipular el panorama político ha sido la emisión de decretos que otorgan amnistía a los prisioneros políticos y a los hombres en edad de reclutamiento que hayan evitado el servicio militar forzoso. Presenta estos decretos como pasos de reconciliación, pero esto está lejos de la verdad.
El Decreto Legislativo 27, emitido el 22 de septiembre, es el número 24 de este tipo desde el inicio de la Revolución Siria y refleja la estrategia actual del régimen de evadir la presión política y postergar la realización de concesiones políticas sustanciales para lograr una solución política.
Al-Assad utiliza estos decretos como medio para engañar a la comunidad internacional haciéndole creer que está haciendo un esfuerzo por lograr la estabilidad y la reconciliación.
Pero un examen detenido de estos decretos revela que dejan un margen considerable para que las agencias de seguridad manipulen el destino de personas supuestamente cubiertas por la amnistía. Si bien los decretos especifican la amnistía para ciertos delitos, los cargos fabricados por el régimen contra opositores políticos, como “terrorismo” y “alta traición”, siguen excluidos. En la práctica, esto significa que la mayoría de los activistas y detenidos políticos permanecen fuera del alcance de estos decretos, lo que los hace ineficaces a la hora de proporcionar un entorno seguro para el regreso de los refugiados.
Una cuestión fundamental que afecta a estos decretos es la falta de supervisión judicial independiente. Las agencias de seguridad ejercen absoluta discreción para determinar quién se beneficia de la amnistía, lo que crea un entorno propicio para graves violaciones de derechos humanos. En lugar de servir como un medio para lograr justicia, estos decretos funcionan como herramientas para extorsionar y atrapar a los disidentes que puedan creer que el régimen es serio en estos llamados esfuerzos de reconciliación. En el pasado, muchos retornados se enfrentaron a arrestos, torturas o incluso asesinatos al regresar a áreas controladas por el régimen.
Damasco ha demostrado en repetidas ocasiones que no está dispuesto a participar en un proceso político genuino. Por el contrario, prefiere manipular instrumentos legales y políticos para retrasar cualquier solución real mientras continúa reforzando su autoridad a través del poder militar y el apoyo externo. Las resoluciones de las Naciones Unidas, como la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exige un alto el fuego y el inicio de una transición política, siguen siendo meras palabras sobre el papel para el régimen. Se niega a comprometerse con cualquier proceso que conduzca a una transición de poder y descarta cualquier cambio estructural en el aparato estatal, particularmente después de perder una soberanía sustancial frente a sus aliados extranjeros.
A la luz de esto, la comunidad internacional debe reconocer que estos decretos de amnistía son intentos desesperados de Al-Assad por evadir los requisitos de una solución política. Seguir otorgando a su régimen oportunidades adicionales para cambiar su comportamiento es una pérdida de tiempo y exacerba el sufrimiento del pueblo sirio.
La comunidad internacional debe adoptar una postura más firme y condicionar cualquier compromiso con Damasco a un progreso tangible en el proceso político, incluido el inicio de una transición política que garantice los derechos de todos los sirios y asegure la justicia y la rendición de cuentas.
Siria no puede salir del ciclo de guerra y sufrimiento sin una solución política integral basada en las resoluciones de la ONU. Esta transición política debe abarcar la formación de un órgano de gobierno de transición con plenos poderes ejecutivos, capaz de representar a todos los componentes de la población siria y celebrar elecciones libres y justas bajo la supervisión de la ONU. Sin estas medidas, Siria seguirá sumida en el caos y el régimen seguirá empleando instrumentos legales y políticos para manipular el destino del pueblo sirio.
El pueblo sirio, que ha luchado durante años por sus derechos fundamentales a la libertad, la dignidad y la justicia, no aceptará soluciones parciales ni compromisos. Lo que se necesita es un proceso político genuino que ponga fin al sufrimiento de millones de sirios tanto dentro como fuera del país, y ponga fin a las políticas sistemáticas de represión, detención arbitraria y tortura del régimen. Cuanto más se demora la solución política, más agudas se vuelven las crisis humanitarias.
En última instancia, una solución política sigue siendo el único camino para restablecer la paz en Siria y garantizar su estabilidad. El régimen no puede seguir dependiendo de decretos de amnistía para posponer su inevitable caída, ni la comunidad internacional puede permanecer en silencio ante estos intentos desesperados. Todas las partes relevantes, tanto locales como internacionales, deben asumir sus responsabilidades y trabajar seriamente para lograr una resolución política justa y sostenible que garantice los derechos de todos los sirios y reconstruya el Estado sobre bases democráticas.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.