El inmensamente poderoso partido gobernante de México puede enfrentar su mayor prueba hasta el momento el viernes, cuando anuncie sus candidatos para las elecciones para gobernador de 2024.
El desafío no proviene de denunciar a los partidos de oposición. Más bien, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que demostrar que realmente puede mantenerse unido y evitar la deserción de candidatos que no fueron elegidos, o si, con el fin del mandato de su carismático fundador, el partido ideológicamente diverso podría comenzar despedazándose.
Desde que López Obrador fundó su partido Morena en 2014, ha servido en gran medida para promoverlo, con poca consistencia ideológica y una élite dirigente compuesta por elementos dispares, en muchos casos reclutados de otros partidos o resucitados a pesar de escándalos pasados. Pero López Obrador, que no puede postularse para la reelección, deja el cargo en 10 meses.
Morena ya ha anunciado su nominada para la carrera presidencial, la ex alcaldesa de Ciudad de México Claudia Sheinbaum, a quien se considera una seguidora fiel, casi robótica, del presidente. Pero el otro favorito en las primarias, el exsecretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, aún no ha indicado si podría abandonar el partido.
El otro desconocido es el exjefe de policía de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, quien saltó a la fama como policía duro y eficaz tras sobrevivir. un ataque de emboscada de 2020 por el cartel de la droga de Jalisco en una calle de la capital. El descarado ataque lo dejó con tres impactos de bala; sus dos guardaespaldas y un transeúnte murieron.
García Harfuch compite por la nominación del partido Morena a la alcaldía de la Ciudad de México. Debido a que la capital es tan grande (más de 9 millones de habitantes), el cargo se considera una gobernación y, lo que es más, ha sido una plataforma de lanzamiento histórica para la presidencia.
Pero la nominación podría recaer en Clara Brugada, la presidenta municipal de una zona difícil de barrios de bajos ingresos en el lado este de la ciudad. Brugada es la preferida del ala izquierdista de Morena porque construyó “utopías” (complejos deportivos y culturales) en vecindarios donde administraciones anteriores se habían centrado en cuestiones básicas de drenaje, vigilancia y redes de transporte caóticas.
No está claro si García Harfuch podría alejarse de Morena. Sería un candidato atractivo para cualquiera de los partidos de oposición débiles y desorganizados, que han quedado relegados a un segundo plano por el carisma de López Obrador y sus políticas de dádivas como becas para jóvenes, subsidios alimentarios en efectivo para los ancianos y aumentos del salario mínimo.
Hasta ahora, una candidata de las primarias que no logró asegurar la nominación de su partido ya abandonó Morena. La senadora Lucía Meza anunció esta semana que se postulará como candidata de la oposición para la gobernación del estado de Morelos, al sur de la Ciudad de México.
Su salida ilustra el problema que enfrenta Morena al unir sus fuerzas dispares: Meza afirma que el actual gobernador Cuauhtémoc Blanco, ex estrella del fútbol y aliado personal de López Obrador que fue reclutado de otro partido, saboteó su candidatura. Blanco ha sido investigado por vínculos con bandas criminales.
“A Morena no le importa nuestro estado, no les importa si nos gobierna un criminal”, escribió Meza en su carta de renuncia el miércoles.
La cuestión de qué es Morena ideológicamente y quién es realmente un miembro del partido “verdadero azul”, hasta ahora ha girado en gran medida en torno a quién obedeció más fielmente a López Obrador, quien durante mucho tiempo ha sido descrito como un izquierdista pero que en realidad es más bien un nacionalista y populista.
Con su ideología confusa, los partidarios incondicionales de Morena han recurrido a pruebas de pureza: prefieren a Brugada porque ha sido una activista de izquierda desde los días oscuros de los años 1980, y no les gusta García Harfuch porque su abuelo fue un general supuestamente represivo y su padre Fue un turbio jefe de policía en gobiernos anteriores.
Ante tal confusión, Harfuch dice que el partido tiene que abrirse.
«El partido no pertenece sólo a los fundadores», dijo en una entrevista reciente.
La cuestión no es teórica: el antiguo Partido Revolucionario Institucional, el PRI, aprovechó una combinación similar de nacionalismo y programas de limosna para mantener ininterrumpidamente la presidencia de México durante 71 años entre 1929 y 2000, pero sólo porque desarrolló una serie de de reglas sobre competencia interna que llegó a conocerse como “institucionalidad”.
A los presidentes y gobernadores salientes se les permitió elegir personalmente a sus sucesores, pero tuvieron que retirarse por completo de la política una vez finalizado su mandato. Los candidatos perdedores de las primarias recibieron premios de consolación en forma de otros puestos, y se esperaba que se callaran y los aceptaran.
Ese sistema duró décadas y no colapsó hasta la crisis financiera y política de 1994, cuando las facciones del partido gobernante comenzaron a atacarse físicamente entre sí.
Queda por ver si Morena podrá lograr ese tipo de equilibrio. Pero el líder del partido Morena, Mario Delgado, pareció dar un paso en esa dirección esta semana cuando anunció que a cualquier candidato perdedor en las primarias se le ofrecería automáticamente un escaño en el Senado.
Fuente: AP
El Correo de la Ciudad de México
El cargo ¿Podrá Morena evitar desmoronarse sin su carismático presidente? apareció primero en Publicación diaria de México.