Para los sirios exiliados, este es su momento de la pared de Berlín: las puertas de una patria que pensaron que nunca volverían a ver que de repente se están abriendo. Los divertidos días del 8 de diciembre y la caída del régimen aparentemente inamovible de Assad han traído un regalo de Navidad inesperado: un regreso a Damasco. Pero a medida que la euforia inicial se desvanece, los sirios de ojos claros saben mejor que declarar «y todos vivieron felices para siempre». Las lecciones de la primavera árabe son grandes, y los desafíos por delante son desalentadores. ¿Cómo navegar por un paisaje formado por facciones fuertemente armadas: a veces aliados, a veces rivales?
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