martes, noviembre 5, 2024

Ucrania necesita repensar su estrategia de ataque de largo alcance

En 2022, Rusia lanzó ataques de largo alcance en lo profundo de Ucrania, confiando en que Ucrania no podría tomar represalias del mismo tipo. Para 2023, esa situación cambió. Ucrania recibió cohetes HIMARS de medio alcance de Estados Unidos, misiles de crucero Storm Shadow y SCALP del Reino Unido y Francia, y desarrolló sus propios drones de ataque de largo alcance.

Estos cohetes, misiles y drones, utilizados en astutas combinaciones, han permitido a Ucrania atacar ferrocarriles, carreteras, reservas de municiones, instalaciones de mantenimiento, almacenes y depósitos de combustible rusos. Como resultado, a Rusia le resulta mucho más difícil sostener y apoyar a sus fuerzas de primera línea.

Aun así, Rusia conserva algunas ventajas reales. El enorme tamaño del país le ha permitido trasladar el apoyo logístico más hacia la retaguardia, lo que hace que el reabastecimiento al frente sea más lento pero aún factible. Esta ventaja geográfica significa que las fábricas de armas, los principales arsenales de armas, las refinerías de combustible y las bases aéreas rusas están en gran medida protegidos de ataques regulares.

Además, Rusia recibe suministros de doble uso de China y otros patrocinadores extranjeros. Estos materiales, valiosos tanto para los civiles como para los militares, se han visto menos afectados por las sanciones. Las pérdidas logísticas rusas a menudo pueden compensarse con fuentes externas.

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Por último, la capacidad industrial de Rusia le permite reparar gran parte del daño causado por los limitados ataques aéreos de Ucrania. Si bien estas reparaciones pueden parecer toscas, a menudo son efectivas. La reparación de la infraestructura industrial desvía recursos de las necesidades civiles, lo que afecta a la población rusa. Sin embargo, esta carga aún no ha generado una oposición pública significativa a la guerra.

Operacionalmente, la actual campaña aérea de Ucrania se centra en el petróleo y los suministros de petróleo, el almacenamiento de municiones y las bases aéreas utilizadas por aviones de ataque y bombarderos. Estos ataques tienen como objetivo negarle a Rusia la victoria final, pero hasta ahora, los ataques de Ucrania han sido demasiado infrecuentes para lograr este objetivo.

Estratégicamente, Rusia parece decidida a continuar la guerra sin importar los costos en sangre y dinero. Ante esto, una estrategia alternativa sería redirigir la campaña aérea de Ucrania hacia el castigo. En términos militares rusos, esto implicaría un «Operación Estratégica para la Destrucción de Infraestructura Crítica» — diseñado para presionar a la población para que ponga fin a la lucha haciendo la vida cotidiana insoportable.

Sin embargo, tales ataques recuerdan a teorías obsoletas sobre el poder aéreo de la década de 1920, tienen una eficacia cuestionable y pueden violar las leyes de la guerra, como se vio en los ataques de Rusia a hospitales en Siria y Ucrania.

El pensamiento más moderno favorece apuntar a los líderes de una sociedad en lugar de a su gente. Este enfoque, aunque algo confuso, funcionó en el Guerra de Kosovo de 1999. Es cada vez más importante ahora, ya que negarle rotundamente la victoria a Rusia parece improbable. En cambio, los líderes rusos deben estar convencidos de que lo mejor para ellos es poner fin a la guerra.

El nuevo misil balístico ucraniano Hrim-2 de 700 kilómetros de alcance y el misil de crucero derivado de Neptuno de 400 kilómetros de alcance están entrando en servicio, ambos con ojivas mucho más poderosas que los actuales drones de Ucrania. Estos misiles, combinados con un número cada vez mayor de drones de largo alcance, permitirán ataques más frecuentes y dañinos. Sin embargo, Ucrania debe seguir dando prioridad a los objetivos que ofrezcan el mayor impacto estratégico.

El enfoque actual de atacar las cadenas de suministro podría mejorarse adoptando un enfoque sistémico y eligiendo en qué nivel de guerra podrían centrarse mejor los ataques.

A nivel operativo, Ucrania podría concentrarse en interrumpir el reabastecimiento de las fuerzas rusas de primera línea, particularmente cuando están bajo presión, como durante una ofensiva ucraniana.

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Ucrania necesita repensar su estrategia de ataque de largo alcance

En el nivel estratégico, Ucrania podría intentar acortar la guerra atacando centros de fabricación críticos que apoyan al ejército ruso, teniendo en cuenta que estos podrían repararse o reemplazarse.

En el gran nivel estratégico, el objetivo sería paralizar la economía nacional de Rusia dañando industrias clave que son difíciles de reemplazar. Esta estrategia podría extenderse al período de posguerra, disminuyendo el poder de Rusia.

Alternativamente, estas nuevas armas podrían provocar un replanteamiento más profundo de la campaña aérea de Ucrania. El éxito de la OTAN en Kosovo proporciona un modelo, ya que sus ataques aéreos apuntaron a infraestructuras de doble uso, creando inconvenientes generalizados, socavando la moral y desgastando persistentemente a la población. Los ataques simultáneos contra las propiedades de la élite gobernante debilitaron su “voluntad de guerra”. En conjunto, estos esfuerzos lograron un resultado estratégicamente significativo.

Una campaña similar contra Rusia sería difícil de ejecutar y probablemente requeriría el apoyo de operaciones cibernéticas ofensivas, presión diplomática y sanciones más estrictas. No obstante, la posibilidad de ayudar a poner fin a la guerra es tentadora.

En última instancia, Ucrania se enfrenta a una elección: o intensificar su campaña aérea para negar la victoria a Rusia o adoptar una estrategia de castigo para obligar a Rusia a poner fin a la guerra. Ninguna de las opciones será fácil.

Nota del editor: Las opiniones expresadas en la sección de artículo de opinión son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Kyiv Independent.




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