lunes, enero 20, 2025

Una promesa más incumplida para cerrar Guantánamo

Estuve recluido en el centro de detención de Guantánamo durante 14 años sin que jamás me acusaran de ningún delito. Me enviaron allí cuando tenía 19 años. No sabía por qué me retenían, qué había hecho para estar encarcelado ni cuándo me liberarían.

Como muchos de los otros hombres en Guantánamo, creía que las fuerzas estadounidenses que me retenían estarían a la altura de sus propios ideales de ley y justicia y me otorgarían el derecho a defenderme y demostrar mi inocencia. Eso nunca sucedió.

En cambio, fui sometido a torturas y acoso continuo. Luché para que me trataran humanamente y me concedieran los derechos humanos básicos, y después de 14 años fui liberado. Durante mi encarcelamiento, imaginé que algún día el mundo sabría lo que nos pasó y exigiría responsabilidad y justicia. Pensé que una vez que la gente lo supiera, cerrarían este deplorable lugar.

Han pasado casi nueve años desde que fui liberado. En todo este tiempo no he dejado de escribir y dar entrevistas sobre lo que me pasó. El mundo lo sabe y, sin embargo, Guantánamo sigue funcionando.

A principios de este mes, celebramos el 23º aniversario de su creación. Hoy marcamos el último día en el cargo de otro presidente estadounidense que prometió cerrarlo y no lo hizo. Uno tiene que preguntarse, después de todos los informes de las Naciones Unidas y de varias organizaciones de derechos humanos, informes de los medios, documentales, libros, etc., ¿por qué sigue en pie este símbolo de injusticia?

Guantánamo se estableció después del 11 de septiembre, un acontecimiento trágico que sacudió profundamente al mundo. A raíz de ello, Estados Unidos lanzó la llamada “guerra contra el terrorismo” global, una campaña aparentemente destinada a combatir el terrorismo pero que, en realidad, legalizó la tortura, socavó el derecho internacional y deshumanizó a toda una comunidad religiosa.

Situado en la isla de Cuba, fuera de la jurisdicción legal de Estados Unidos, el centro de detención de Guantánamo fue diseñado intencionalmente para eludir las protecciones constitucionales y las normas internacionales, convirtiéndose en un lugar donde los detenidos podían permanecer indefinidamente sin cargos ni juicio.

El concepto de detención indefinida es una afrenta directa a los principios de justicia. Retener a personas sin cargos ni juicio desafía los fundamentos mismos de los sistemas legales en todo el mundo. Niega a los detenidos la oportunidad de defenderse y los somete a años (a veces décadas) de sufrimiento sin solución a la vista.

Guantánamo se convirtió en un modelo para otras formas de detención extrajudicial, tortura y abusos contra los derechos humanos en todo el mundo. El legado de la prisión es evidente en la proliferación de sitios negros de la CIA, la normalización de la islamofobia y la erosión de las normas internacionales diseñadas para proteger la dignidad humana.

La guerra global contra el terrorismo –con Guantánamo como su símbolo más infame– institucionalizó políticas que deshumanizaron a los musulmanes. Alimentó la retórica islamófoba, justificó programas de vigilancia invasivos y estigmatizó a comunidades enteras como amenazas potenciales.

Estados Unidos tomó la iniciativa en todo esto, y muchos estados siguieron su ejemplo, utilizando la retórica estadounidense de “guerra contra el terrorismo” para justificar ataques contra comunidades enteras. Las consecuencias han sido devastadoras para los musulmanes y otras comunidades vulnerables.

En su apogeo, Guantánamo albergaba aproximadamente a 680 hombres y niños, muchos de los cuales habían sido vendidos como “terroristas” a las fuerzas estadounidenses a cambio de una remuneración. Esto es lo que me pasó a mí.

A día de hoy, 15 hombres permanecen en Guantánamo. Algunos han sido autorizados para ser liberados, pero continúan languideciendo en el limbo, un testimonio del fracaso de los sistemas estadounidenses a la hora de defender incluso los derechos humanos más básicos. Para estos hombres, cada día es una continuación del tormento físico y psicológico: un estado de no ser libres ni acusados ​​formalmente.

Hemos escuchado muchas promesas de que Guantánamo estará cerrado durante los últimos 16 años. El presidente estadounidense, Barack Obama, firmó una famosa orden ejecutiva en su segundo día en el cargo en 2009 ordenando el cierre de la instalación. entonces vicepresidente joe biden Estaba parado junto a él, aplaudiendo. Cuando Biden asumió la presidencia en 2021, también hizo la misma promesa y también la rompió.

La prisión todavía funciona con un costo anual de alrededor de 540 millones de dólares.

La continuación del funcionamiento de Guantánamo no es sólo un fracaso político sino una mancha moral para Estados Unidos. Se presenta como una contradicción flagrante de los ideales de libertad, justicia y derechos humanos que Estados Unidos dice defender. Su existencia socava la credibilidad de Estados Unidos en el escenario global y alienta a los regímenes autoritarios a justificar sus propios abusos.

Con cada aniversario de la apertura de Guantánamo, espero que la comunidad internacional despierte y exija medidas para cerrar la prisión militar, brindar justicia a sus víctimas y garantizar la rendición de cuentas de los responsables de su creación y perpetuación. Todos los años me siento decepcionado.

La prisión militar de Guantánamo es más que un crimen contra sus detenidos y sus familias. Durante más de dos décadas, ha simbolizado la tortura sistemática, la detención arbitraria y el debilitamiento del régimen global de derechos humanos. Guantánamo viola las Convenciones de Ginebra y encarna elementos de crímenes contra la humanidad a través de su abuso sistemático de detenidos principalmente musulmanes.

Ahora que una nueva administración toma posesión en Washington, tengo para ellos el mismo mensaje que para sus predecesores:

Cerrar Guantánamo. Cerrar las instalaciones y poner fin a la práctica de la detención indefinida.

Justicia segura. Liberar a los autorizados para el traslado y conceder juicios justos al resto.

Garantizar la rendición de cuentas. Investigar y responsabilizar a los responsables de autorizar torturas, detenciones extrajudiciales y otros abusos.

Reconocer y disculparse. Emitir un reconocimiento formal y disculpa por las injusticias cometidas.

Proporcionar reparaciones. Indemnizar a los ex detenidos por el daño que les han causado.

Cerrar Guantánamo no se trata sólo de cerrar un lugar físico; se trata de cerrar un capítulo oscuro de la historia. Se trata de reafirmar los principios de justicia, dignidad y derechos humanos que deben defenderse para todas las personas, independientemente de su origen o creencias. Guantánamo no debe vivir otro aniversario.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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