Nada puede describir mejor a la generación moderna que lo que pretende el título francés de la Competencia del Festival de Cine de Cannes, Wild Diamond. Dirigida por Agathe Riedinger, narra la vida, al menos parte de ella, de Liane, de 19 años (interpretada con inquietante facilidad por Malou Khebizi), mientras lucha por hacer frente a la influencia de las redes sociales, la fama, la fortuna y, sobre todo, , vanidad. (Lea también: Mientras se abre el Festival de Cine de Cannes con El Segundo Acto se pueden escuchar susurros de controversias)
Al vivir con su madre y su hermana pequeña en Frejus, en el sur de Francia, todas sus horas de vigilia están orientadas a ascender en la escala social a través de lo que yo llamaría sitios superficiales como TikTok e Instagram. Anhela la adoración y se viste provocativamente. Y los silbidos de los lobos no la molestan; más bien aumentan su ego, aunque ella no lo demuestre, fingiendo estar disgustada por una atención tan bulliciosa. Karl Marx tal vez describiría este tipo de obsesión como el opio de los jóvenes actuales.
Para aumentar su confianza, la televisión de realidad, cuya influencia corruptora devora a Liane, aunque ella rara vez parece darse cuenta. O tal vez lo deje de lado. Para ascender en esta clase de escala social devastadora, no se rebaja ante nada. A medida que la película entra en movimiento y se mueve con toda su inquietud a veces irritante, vemos al adolescente con ropa reveladora robando en una tienda. Esta es la única manera que conoce de sobrevivir en su mundo que en realidad es degradantemente superficial.
Le han operado los pechos y le han inyectado en los labios una sustancia química que le da un puchero agrio. Vestida con unos shorts muy cortos y un top que se ciñe escandalosamente a su cuerpo, corre para intentar encontrar la magia de la vida. Publica interminables selfies en sitios de redes sociales, llegando a veces a extremos tortuosos. Incluso se tatúa toscamente el estómago, lo que le causa un dolor insoportable. Khebizi me recordó a Brigitte Bardot, con su aspecto atrevidamente sexy que alguna vez provocó su escandalosa admiración.
El éxito finalmente llega a Liane, y un productor de reality shows termina un mensaje diciendo que quedaron impresionados con sus fotografías en las redes sociales y que querrían que la entrevistaran para un anuncio en Miracle Island, donde 15 chicas se alojarían en una casa en la playa. “No queremos chicas buenas”, dice el productor y presenta su espectáculo de manera que los participantes se quejan y se arañan unos a otros. Así se convertirán en estrellas, le asegura. Y Liane quedó completamente convencida de esto.
Del guionista y director novel, Wild Diamond es un comentario revelador sobre el tipo destructivo de sueños salvajes en los que se hunden los jóvenes. La película parece dramática con una cámara en mano que captura el nerviosismo de Liane. Es sin duda tan poderosa como la obra de Andrea Arnold o los hermanos Dardenne. El egoísmo cien por cien de Liane se cuenta de forma convincente, subrayando su notorio narcisismo.
Aunque Wild Diamond, que compite por la Palma de Oro más importante del festival, tendrá dificultades para impresionar al jurado presidido por la directora estadounidense Greta Gerwig, cuya Barbie se robó el show el año pasado.