DOBLE GOLPE
Para los artistas, esto supone un doble golpe devastador. Muchos sienten que su trabajo está siendo utilizado para crear las mismas herramientas que luego amenazan su sustento. Una encuesta realizada el año pasado por la asociación Arts Workers Japan concluyó que el 92% de los ilustradores temía que sus obras ya estuvieran siendo utilizadas para entrenar herramientas de inteligencia artificial sin su permiso. Aproximadamente el 60% de los encuestados también estaban preocupados por la disminución de las oportunidades de empleo.
Parece que ya se han incorporado algunos de los personajes japoneses más queridos a los datos de entrenamiento de la IA. Las redes sociales se han visto inundadas de versiones artificiales de ellos, incluidas Hello Kitties con ametralladoras o Pikachus culturistas. Y una serie de modelos de IA de código abierto han hecho que casi cualquier persona pueda entrenar herramientas con imágenes que suban de sus artistas favoritos para que produzcan contenido que se asemeje a ese estilo.
Y no se trata solo de arte. A principios de este año, OpenAI dio un primer vistazo a su herramienta de video, Sora, que está revolucionando la industria. El cineasta Tyler Perry dijo que detuvo una expansión planificada de US$800 millones de su estudio en Atlanta después de ver las capacidades «alucinantes» de Sora. OpenAI, mientras tanto, no ha compartido públicamente los detalles de los datos con los que fue entrenado.
La directora de tecnología Mira Murati eludió las preguntas sobre este tema en una entrevista a principios de este año, diciendo «En realidad no estoy segura de eso» cuando se le preguntó si se usaron videos de YouTube. Unos meses después, Murati fue criticada por admitir, de manera poco elegante, que «algunos trabajos creativos tal vez desaparezcan» (más tarde defendió esta observación en una extensa publicación en X).
Pero estos comentarios del director de tecnología más influyente en el sector de la IA deberían ser alarmantes por su falta de transparencia sobre los materiales que se están utilizando para entrenar sus herramientas, y su franco reconocimiento de que esta tecnología afectará los trabajos de los artistas. OpenAI anunció que estaba inaugurando su primera oficina en Asia en Tokio a principios de este año, y muchos sugirieron que la regulación japonesa de no intervención jugó un papel en esa decisión.