En un gesto cargado de simbolismo, estrategia y no poca urgencia, Japón envía a su ministro de Asuntos Exteriores a asistir al presidente electo de EE.UU. Donald TrumpInauguración el lunes.
Es una medida astuta, dicen los analistas, destinada a salvaguardar la base de la política exterior de Tokio: su alianza con Washington. Pero hay otro motivo tácito que impulsa la audaz diplomacia de Tokio: asegurarse de que China no se robe el show.
“Nuestro objetivo es construir una relación de confianza con la administración Trump”, dijo el domingo pasado Takeshi Iwaya, confirmando sus planes de asistir a la ceremonia. Su visita, la primera a la Estados Unidos desde que asumió el cargo en octubre, podría sentar las bases para que el Primer Ministro Shigeru IshibaLa propia cumbre de Trump con Trump ya se remonta a febrero, informó el periódico japonés Yomiuri Shimbun.
Quienes toman las decisiones en los corredores de poder de Tokio sienten que China ha “recibido toda la atención de Estados Unidos” en los últimos años, según Stephen Nagy, profesor de política y estudios internacionales en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio. «Y no quieren que esto vuelva a suceder… Sienten que es mejor estar en la mesa de Trump».
Al enviar a su máximo diplomático, el gobierno japonés está tratando de garantizar que el representante de China en el evento, Vicepresidente Han Zheng“no se roba todo el protagonismo”, según Nagy.
La decisión de enviar a Iwaya a Washington –rompiendo la tradición que normalmente relega este tipo de eventos a los embajadores– refleja las profundas ansiedades de Tokio sobre la imprevisibilidad de la administración entrante de Trump.