Diplomáticos estadounidenses están en Siria para reunirse con los nuevos gobernantes liderados por islamistas del país, dijo el viernes el Departamento de Estado, mientras las potencias extranjeras buscan garantías de que serán moderados e inclusivos.
El derrocamiento del ex presidente Bashar al-Assad puso fin a décadas de abusos y años de guerra civil, pero ha generado preocupaciones sobre los derechos de las minorías, así como de las mujeres, y el futuro de la región semiautónoma kurda.
El jueves, cientos de manifestantes en Damasco exigieron democracia y derechos de las mujeres, en la primera protesta de este tipo desde la partida de Assad.
En Qamishli, en el noreste de Siria, miles de personas se manifestaron en apoyo de una fuerza liderada por los kurdos y respaldada por Estados Unidos que está bajo presión de Turquía y combatientes rebeldes aliados.
La ofensiva relámpago que obligó a la salida de Assad fue encabezada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que tiene sus raíces en la rama siria de Al Qaeda pero que más recientemente ha adoptado un tono moderado.
Aún así, su repentina llegada a la capital ha dejado a los gobiernos extranjeros luchando por una nueva política, particularmente en algunos países donde HTS está designado como grupo terrorista.