Por qué no se puede ver al Norte como una potencia nuclear
Peter Hegseth, nominado Secretario de Defensa para la segunda administración de Donald Trump, ha generado preocupación al parecer reconocer a Corea del Norte como un estado nuclear. En una respuesta escrita presentada antes de su audiencia de confirmación del Comité de Servicios Armados del Senado el 14 de enero, Hegseth se refirió a Corea del Norte como una «potencia nuclear» y la describió como una amenaza para la Península de Corea, la región del Indo-Pacífico y la seguridad global.
El término utilizado por Hegseth difiere de la designación formal de «estado con armas nucleares» reconocida en el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que se aplica a Estados Unidos, China, Rusia, el Reino Unido y Francia. Sin embargo, «energía nuclear» normalmente se refiere a países como India, Pakistán e Israel que poseen armas nucleares sin reconocimiento oficial bajo el TNP. Esta terminología, junto con la nominación de Hegseth y la postura de Elbridge Colby, otra figura influyente en el aparato de política de defensa de Trump que ha sido crítico del paraguas nuclear estadounidense, señala cambios potenciales en el enfoque de la administración hacia Corea del Norte.
Reconocer a Corea del Norte como una potencia nuclear es fundamentalmente diferente de reconocer sus capacidades nucleares técnicas. Tal reconocimiento socavaría más de tres décadas de firme cooperación entre Corea del Sur y Estados Unidos destinada a desnuclearizar al Norte. Para Corea del Sur, esto significaría vivir bajo la amenaza constante de un vecino con armas nucleares y con pocos recursos. En el escenario internacional, el estatus militar de Corea del Norte sería elevado y cualquier negociación futura entre Estados Unidos y Corea del Norte podría pasar de la desnuclearización al control de armas. Este resultado realinearía efectivamente la arquitectura de seguridad en el noreste de Asia en beneficio de Pyongyang, lo que podría desencadenar una carrera armamentista nuclear en la región, en la que Corea del Sur, Japón e incluso Taiwán reconsiderarían sus opciones nucleares.
En medio de la turbulencia política de Corea del Sur y la transición de liderazgo en Estados Unidos, el orden de seguridad establecido enfrenta desafíos sin precedentes. Gestionar estos cambios exige una diplomacia hábil que equilibre la política de «Estados Unidos primero» de Trump con los intereses nacionales de Corea del Sur. El gobierno de Corea del Sur ha reiterado su posición de que Corea del Norte no puede ser reconocida como potencia nuclear.
Seúl debe desarrollar urgentemente una estrategia convincente para contrarrestar ese reconocimiento, garantizando que su voz siga siendo central en la configuración del futuro de la Península de Corea. Si no se actúa con decisión se corre el riesgo de debilitar la alianza entre Corea del Sur y Estados Unidos y marginar a Seúl en las discusiones que determinan su propio destino.
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